
El 21 de abril de 1974 mi madre tuvo en la clínica Miranda de Guatire, Estado Miranda, a un coñito que pesó apenas 2 kilos 300 gramos, y midió 48 centímetros. No se enteró que estaba embarazada hasta que cumplió unos 5 o 6 meses en ese estado, porque ella siempre fue muy irregular. De hecho, se suponía que no podría tener hijos, pero Dios le regaló dos: Mi hermana Iriana, 4 años mayor que yo, y quien les escribe.

Me recuerdo como un carajito llorón, fastidioso y consentido, peleaba con mi hermana a cada rato y, por supuesto, salía perdiendo porque ella siempre fue más fuerte y más grande, y más inteligente... que yo. Creo que se aprovechaba de su superioridad para mantenerme sometido, pero según ella, en alguna oportunidad lograba voltear la tortilla y hacer que mis padres la regañaran por causa mía, lo cual, según ella, me daba mucha satisfacción y a ella mucha rabia.

Estudié en un colegio de curas agustinos, en una época en la que no permitían el ingreso de niñas. Siempre fui el niño inteligente del salón, uno de los "cerebritos". Mi mamá vivía orgullosa de mis calificaciones, aunque nunca terminó de gustarle mi letra y mi desorden en los cuadernos. Pero eso duró mientras fui niño. Entrada la adolescencia comencé a descuidarme, a no pararle tanto a las calificaciones, y ya para los últimos años de la secundaria incluso reprobé Matemáticas y Química de cuarto año. No entendía aquello de las mezclas, las soluciones -no sé cuantos gramos de no sé qué cosa diluidos en no sé cuantos mililitros de alguna otra cosa-, ni la trigonometría, tangentes, ángulos, senos (y hablando de senos, a estas alturas todavía no había tocado ninguno, mi sexualidad para la época era nula, pero no entremos en esa clase de detalles)... Supongo que mi madre sufría con tales resultados (académicos y sentimentales), pero por otra parte tenía cosas más importantes de qué preocuparse: en ese entonces, mi hermana había quedado embarazada a los 15 años, mi sobrina tenía dos o tres años y mis padres estaban por divorciarse. Seguramente lo que hice fue agravar la situación.
Me gradué de bachiller y obtuve una beca para estudiar en Italia. Allá estuve dos años, estudié italiano y luego ingresé a la Universidad Luigi Bocconi de Milán para estudiar Ciencias Económicas y Sociales. Al año, regresé a Venezuela (la economía no era lo mío) y estudié en la UCAB la licenciatura en Comunicación Social. Ahí comenzó la aventura universitaria, que fue muy movida, hice de todo, teatro, deporte, política estudiantil... Ya había logrado obtener alguna experiencia en el campo laboral, pasé por varios cargos sobre todo relacionados con prensa en varios medios de comunicación, debo decir que con resultados bastante satisfactorios...
Luego de algunas experiencias en Asociaciones no Gubernamentales y proyectos ciudadanos, comencé a dar clases en la Universidad y decidí montar mi propia empresa. Y en eso ando.
Ahora mi hermana vive en Sevilla, con mis sobrinos. Mi mamá se la pasa de aquí para allá y de allá para acá. A veces se le olvida que ya crecí, que soy un adulto (o al menos trato de serlo). Por ejemplo, hoy me preguntaba si tenía las fotos para sacar el pasaporte, que si tenía la planilla, que si cuando era la cita... y después me dijo: "¡Ah, no, verdad que no me tengo que meter! ¡Siempre se me olvida que ya tu eres grande!".
Si, bueno, dicen que ya soy grande. En realidad, trato de mantenerme con la cabeza en los hombros y los pies en la tierra. Trato de comportarme. Intento ser ecuánime, analizar y resolver los problemas, reaccionar de forma adecuada ante las circunstancias, y sobre todo, tomar las decisiones que me lleven a vivir la vida que quiero... Claro, a veces no las pego todas, otras veces me sale todo mal, y hay días que me comporto como un adolescente o un carajito. Pero eso le pasa a todo el mundo -digo yo-, o al menos con eso intento consolarme cuando me dan mis arranques.
Yo creo que a veces es bueno sacar cuentas, y un día antes del cumpleaños pues vale la pena echar para atrás y ver todo lo que has hecho. Pero también ver palante y tener claro lo que quieres hacer.
Por ahí decía alguna vez que la vida hay que vivirla apasionadamente. Los 31 años estuvieron marcados por muchos eventos que han ido llevandome a lugares insospechados. Solo espero que los 32 me lleven con el mismo ánimo hasta los 33. Así sí es rico cumplir años. 32... Ese será un número importante durante un año de mi vida. Cada vez que me pregunten "¿qué edad tienes?", voy a decir "32". A partir de mañana, sumaré uno más a la cuenta.
Besos y abrazos a quien corresponda...