28 de agosto de 2007

Vida virtual

Hoy me detuve a pensar un momento en lo que significa sentarse en la computadora. Y llegué a la conclusión de que, en efecto, uno termina teniendo una "vida virtual", a la cual debes dedicarle tiempo, y en la que incluso te forjas una personalidad que puede variar con respecto a tu personalidad fuera de la red.
Mi rutina va un poco por esta via:
1. Chequeo de correos: Hotmail (2), Yahoo, Gmail, Empresa. Contestar en caso de ser necesario (Al menos 3 veces al día).
2. Apertura de Twitter y lectura. Actualización (un par de veces diarias).
3. Apertura de blog. Chequeo de blogs de los panas y comentar. Actualización del propio (de ser el caso) y hacer ping. Chequeo de To2blogs y Veneblogs a ver si hay algún otro blog con algo que provoque leer (al menos una vez al día).
4. Chequear la prensa del día (3 sitios web, varias veces al día)
5. Conectarme al msn y comenzar a trabajar (paso la mayor parte del día conectado).
6. Luego, se van incorporando a la lista otras opciones durante el día: páginas como hi5, badoo y otras donde tengo perfiles creados, que reviso cuando me acuerdo. Tumblr es otra página con la que estoy experimentando.
7. Los podcasts que estoy montando en podomatic son una nueva manera de comunicarme.
8. Montar fotos en flickr cuando saliste de paseo con la cámara digital.
9. Algunos servicios son cancelados por internet con regularidad. Igualmente, consultar cuentas de bancos o realizar pagos a tarjetas de crédito son acciones que realizo normalmente en línea.
10. Bajo archivos de la red sobre temas que me interesan, utilizando un portal tradicional o programas P2P.
11. Finalmente, de vez en cuando me da por chatear en CANTV o Mipunto.
Supongo que hay más de uno que tiene una vida virtual mucho más complicada que la mía. Pero hay que decirlo: Si uno saca la cuenta de cuanto se tarda en esto, podríamos considerar la posibilidad de que estemos empezando a sufrir de un desdoblamiento.
Ahora imagínense además que -como muchos- tengamos un alter-ego. Que más allá de esta personalidad "real", existe otro nickname, otro tú, que también hace una vida virtual en la red, un poco más osada, por supuesto. En este caso, las tareas se multiplican (la de tu yo real y la de tu otro yo, real pero que existe solo en la virtualidad de la red), y al que también debes dedicarle tiempo y esfuerzo (con sus perfiles y amigos propios, sus chats y sus blogs). Una vida virtual de "closet".
¿No tendríamos que pasar la vida pegados de la computadora?
Finalmente: ¿No son demasiadas herramientas para comunicarse, sin que exista el contacto personal de por medio? ¿No deberíamos buscar la manera de reencontrarnos en la realidad y colocar el mundo virtual en su santo lugar? -¿y cual es su santo lugar, pregunto yo?-.
¿Cuál es tu rutina? ¿Pasas demasiado tiempo pensando en la red? No recuerdo donde vi una encuesta (en la red, por supuesto) que diagnostica si eres o no un ciberadicto, o un blogadicto... ¿Será que esto es una adicción?
Besos y abrazos a quien corresponda.

27 de agosto de 2007

Circulemos, Episodio 2

Continuando con este experimento, hoy colgué el segundo episodio del podcast de Circulemos. Espero que lo disfruten.
Besos y abrazos a quien corresponda.

26 de agosto de 2007

Espectros

- Tengo frío.
- Sí, amor, lo sé. Está haciendo mucho frío. Ven para arroparte mejor. Ponte aquí, cerquita de mi.
- Me duelen los huesos.
- Te aseguro que si te quedas aquí, a mi lado, se te pasa un poco el dolor.
- No puedo moverme.
- No exageres, mi niño.
- No exagero, mamá.
- Entonces voy yo...

Al día siguiente, un transeunte que caminaba apurado por el parque blanco de nieve notó algo extraño bajo del puente. Al acercarse, pudo ver una frazada sobre un montículo poco natural.
Se acercó y retiró la cubierta. Vio a un hombre solo, ya mayor, que había sido pillado por la nevada en mala hora. Tomó su teléfono movil y marcó 911.

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La obra se llama "Espectro de mujer" y es de la artista panameña Olga Sinclair.

21 de agosto de 2007

¡Circulemos ahora es un podcast!

Circulemos, el podcast

¡Te invito a escucharlo!

Circulemos, Episodio 1




¡Disfrútenlo! -- Jogreg Henriquez

14 de agosto de 2007

La familia más bella del mundo





Yo realmente lamento la falta de modestia, pero es que después de ver estas fotos, no me queda más remedio que declarar que mi familia es la más bella del mundo.
Besos y abrazos a quien corresponda.

10 de agosto de 2007

El Sapo


Era el año 1991. Casi podría decir con exactitud la fecha, pero para no exagerar de precisos, digamos que transcurría la primera semana de octubre.
Habían sido unos meses muy movidos para entonces, con sus cosas buenas y sus cosas malas, como todo. Ya tenía viviendo cerca de año y medio con mis abuelos maternos, acompañando a mi abuela Josefina y ayudando a cuidar a mi abuelo Avelino, quien venía padeciendo de una muy larga enfermedad que lo tuvo en cama. Habíamos llegado a la conclusión que vivir con mis abuelos era una gran idea mientras culminaba mis estudios de bachillerato, que por cierto, culminaban en julio de ese año.
Mi madre, como si de una visión se tratara, había vaticinado que mi abuelo no viviría mucho más que el tiempo que yo tardara en graduarme. Y de alguna manera, siempre lo sentí como una premonición, porque inesperadamente, luego de 18 años en cama, mi abuelo murió en el período de tiempo que transcurrió entre mi último examen final y el acto de graduación.
Sin embargo, este no sería el evento más complejo. Desde 1990 se venía gestando un acontecimiento que nos cambiaría la vida a todos: Estaba participando en un programa de becas de la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho, llamado Galileo, que prometía enviarme al exterior a estudiar una carrera universitaria apenas me graduara de bachiller.
Y para ese mes de octubre, fecha a la que los remito, todo estaba listo para mi viaje. 13 de octubre, tenía impreso el boleto aereo que no contaba con ticket de retorno al hogar. El niño de la casa, que ni siquiera había cumplido la mayoría de edad, abandonaba el lecho familiar para buscar nuevos horizontes en el lugar escogido por Fundayacucho: Italia, específicamente Viterbo -pequeña ciudad a hora y media de Roma-, para comenzar a estudiar italiano, y luego la universidad y la ciudad que escogiera para mis actividades académicas.
Justo para esas fechas, ocurría otro evento importante, esta vez para la cultura y la música venezolana: la celebración de los 20 años de vida artística de uno de los grupos más representativos de nuestro país, Serenata Guayanesa. Nosotros adorabamos a Serenata, crecimos escuchando sus temas, las navidades eran al ritmo de sus canciones, los viajes no podían hacerse si no estaban en el carro los cassettes de Serenata. Corre Caballito, Casta Paloma, A la una, La pulga y el piojo, Aire de verde montaña, Francisca ´e Paula Chirimoya, La barca de oro... fueron canciones que me acompañaron desde muy pequeño y que siempre fueron como un embrujo. Las cuatro voces, perfectamente sincronizadas, no solo cantando sino mimetizándose con los instrumentos. César haciendo "bom" mientras tocaba un tambor enorme, Mauricio haciendo "pin" junto a la charrasca o al triángulo, Iván y Hernán (que luego fue sustituido por Miguel Ángel) con su cuatro eternamente terciado al hombro.
Aún me sé muchas de esas canciones de memoria. Pero siempre, siempre, mi favorita fue El Sapo. No sé que tiene esa canción, no me pregunten que me pasa, pero con ella me remito a mis sensaciones infantiles más gratas.
Pues resulta que la celabración de esos 20 años haciéndome feliz sería en el Teatro Teresa Carreño. Y mi familia, que se encontraba preparándose para mi partida, decidió que iríamos todos al concierto. El teatro estaba repleto (como siempre que hay una presentación de Serenata Guayanesa). Era realmente mágico estar en el teatro más importante de Caracas para escuchar a mi grupo favorito pocos días antes de irme a vivir a un país extraño, lejos de mi familia, de mis amigos...
Se apagaron las luces y se levantó el telón. Y allí detrás estaban mis ídolos de la infancia, con sus liquiliquis blancos, con sus instrumentos, dispuestos a cantar durante hora y media las mejores canciones del repertorio. Comenzaron con "Este niño Don Simón", y por supuesto, junto a ellos arranqué yo a cantar a todo gañote, sin importarme si desafinaba o no, si combinaba o no, con aquel portento de voces. Y yo, feliz, con una sonrisota de oreja a oreja.
Terminó la canción, aplausos a rabiar, y según el programa, la segunda canción era -a que ya adivinaron- El Sapo. Comienzan a tocar los acordes de la canción y la gente comienza a aplaudir al ritmo, y en perfecta armonía comienza Iván a recitar aquel poema...

La sapa estaba pariendo, y el sapo estaba mirando...
Cuando la sapa pujaba, el sapo se iba esponjando...


Fue el inicio de la debacle. Inmediatamente mis ojos se llenaron de lágrimas, no pude cantar más.
Y no recuerdo más nada del concierto.
Cuando salímos de la sala, estaba hinchado, rojo de tanto llorar. Mi mamá me pedía que me calmara, pero era imposible para mi dejar de sollozar como un niño chiquito (porque no era que me salían las lágrimas... era un verdadero mar picado, con hipeos y buahs incluídos). No había forma de que mi cuerpo me hiciera caso. Simplemente lloré, y no paré hasta que el telón no cayó.
Días después estaba montado en un avión con otros 28 muchachos que no conocía, y 8 horas más tarde descendía en el aeropuerto de Roma. Pero no hubo lágrimas. Se habían secado en el concierto de Serenata Guayanesa.

6 de agosto de 2007

El funeral

Ella lloraba frente a la tumba de su marido, en lo que sería la última morada del hombre con el que compartió los mejores 28 años de su vida. Le había dado tres hijos, una hembra y dos varones que hoy eran su orgullo. Con él había logrado todo lo que alguna vez se había propuesto. Con él fue feliz hasta el último instante, cuando un desgraciado accidente de tránsito le cegó la vida. Se vió rodeada de muchos, de familiares, amigos, que compartían su dolor y la acompañaban, pero aunque fuese injusto, se sentía sola. No podía imaginarse lo que le quedaba de vida sin el hombre que fue su apoyo, su confidente, su amigo, su amor. Tendría que acostumbrarse a dormir en una cama que antes fue cálida gracias a su presencia. Extrañar nunca fue su juego, pero ahora tendrá todo el tiempo del mundo para jugarlo.

Un poco más allá, él lloraba frente a la tumba de su marido, en lo que sería la última morada del hombre con el que compartió los mejores 10 años de su vida. No había podido darle hijos, pero sí le quedaron recuerdos que atesoraría como su bien más preciado. Con él había logrado todo lo que alguna vez se había propuesto. Con él fue feliz hasta el último instante, cuando un desgraciado accidente de tránsito le cegó la vida. Se vió solo, sin familiares ni amigos que compartieran su dolor y lo acompañaran, pero no se sentía solo, porque durante todo este tiempo la vida fue él y todo lo que él significaba. No podía imaginarse lo que le quedaba de vida sin el hombre que fue su apoyo, su confidente, su amigo, su amor. No tendría que acostumbrarse a dormir solo porque era complicado que estuviera presente. Extrañar siempre fue su juego y ahora tendrá todo el tiempo del mundo para jugarlo.

Ella vio a aquel hombre que, a lo lejos, lloraba quedamente. Pensó que lo había visto en algún lugar, pero no sabía identificar de manera precisa dónde. No sabía qué relación tenía con su marido, pero tampoco estaba de ánimos para averiguarlo.
Él vio a la mujer que lloraba desconsolada al lado de la tumba. Sabía quién era y podía contar con exactitud las veces que la vió al lado del hombre que amó. Pensó que sería la última vez que compartirían el mismo espacio, y el mismo marido.
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La obra es de Carlo Carrá, pintor futurista italiano de finales del siglo XIX e inicios del XX, y se llama "El funeral del anarquista Galli" (1911)

1 de agosto de 2007

Buen viaje

Un día un barco de España con destino a la isla de Santo Domingo pasó frente a la isla de Margarita llevando imágenes sagradas. Entonces, se desató una tormenta que desgarró sus velas. Anclaron en Pampatar para reparar la nave y en ese momento cesó la tormenta. Al día siguiente, una vez listas las velas, el barco partió y entonces comenzó de nuevo la tormenta. Regresaron, pero apenas soltaron las anclas volvió a cesar la tempestad. Entonces, los tripulantes pensaron que una de las imágenes sagradas quería quedarse en Pampatar, cuya iglesia tenía una imagen de Cristo sumamente vieja.
Dejaron el Cristo que estaba a bordo en la iglesia y zarparon. Se dice que a partir de entonces tuvieron un buen viaje, así como también todos los fieles viajeros que lo visitan antes de partir de la isla.