28 de marzo de 2006

¿Por qué llegaste tan tarde?

Ayer en la tarde comenzó muy temprano a prepararse para jugar tenis de mesa. Cada vez que lo hace se entusiasma, se le ve contento preparando sus raquetas, limpiando sus zapatos. Se pone un pantalón corto, una franela y mete en su gran maletín todo lo necesario para jugar. Yo pensaba que para jugar tenis de mesa hacía falta solo raquetas y pelotas. Pero quien lo practica como una rutina, sabe que se necesitan muchas otras cosas. Es como quien cree que para nadar hace falta un traje de baño y el agua.
Bueno, el asunto es que a las 5:00 pm salió a jugar tenis de mesa en el club de la Universidad Central de Venezuela. Yo, por mi parte, poco después apagué el computador. Decidí que era suficiente trabajo por el día de ayer, estaba agotado. Además, me duele mi nalga, porque el domingo rodé por las escaleras y el golpe todavía me molesta.
Así que me fui al cuarto a descansar. Me quedaba dormido por ratos, me despertaba. Intenté ver "Wallace & Grommit and The curse of the were-rabbits", pero la estética definitivamente no me gustó, así que la quité. Sin darme cuenta, ya eran las 10 de la noche y comencé a preocuparme. "¿Hasta que hora juega este hombre?". "¿Será que la camioneta le está echando vaina de nuevo?".
Comenzaron las preguntas. "¿Se habrá llevado el teléfono?... No, no se lo llevó". La angustia comenzó a recorrer mi cuerpo. "Seguro que se quedó hasta tarde jugando, nunca se da cuenta de la hora..." El cansancio me vencía por momentos, pero el sueño era intranquilo, recuerdo que me levantaba sobresaltado, esperando que nuestro perro Tungo ladrara al escuchar el ruido en la puerta.
Pero nada. Seguía sin llegar, y mi angustia aumentaba. Mis sueños se iban convirtiendo en pesadillas. No tenía idea de qué haría ante la posibilidad de una mala noticia...
De pronto, en medio de uno de esos breves sueños, Tungo ladró. Me desperté de un brinco, sentí las llaves, la puerta abrirse, y Richard que entraba. "Por fin", suspiré. En medio de mi cansancio, me explicó que se había quedado conversando con uno de sus amigos del tenis de mesa, y no se dio cuenta de cómo había pasado el tiempo.

Eran las 3:00 de la mañana.

Finalmente, logré dormirme tranquilo. Él se metió a la ducha y luego se acostó a mi lado. Todavía sigue dormido, lo dejaré que descanse un rato más, pero pronto tenemos que salir a hacer un par de diligencias.
Ustedes se preguntarán "¿Y qué carrizo me interesa que él haya llegado tarde?".
Les explico. Para mi, el amor está lleno de cotidianidad. Uno se da cuenta de que ama a cada paso que da. Este evento cotidiano, así como muchos otros, me recuerdan cuanto lo amo, cuan feliz me hace, cómo me cambió la vida a partir del día que lo conocí.
¿Y saben qué es lo más sabroso? Estar seguro, convencido, absoluta y positivamente claro, de que él me ama a mi también.
Besos y abrazos a quien corresponda...

26 de marzo de 2006

Mi versión de la historia


Nos levantamos a las 3:30 de la madrugada. La convocatoria del Ministerio de la Cultura y el Museo de Arte Contemporaneo era para las 5:00, pero queríamos llegar un poco antes, por si acaso cualquier eventualidad. Llevamos ropa ligera (en mi caso, pantalones deportivos, franela manga larga, zapatos sin medias). La identificación y algo de dinero en los bolsillos y nada de teléfono móvil. Dejamos todas las prendas (anillos, cadena), para evitar cualquier percance.
Llegamos a la Av. Bolívar a las 4:15 am. Ya había cierta cantidad de gente, las calles aledañas estaban cerradas por la policía y la guardia nacional. Gente identificada como organizadores del evento nos daban la bienvenida y en algún momento comenzaron a recibir las planillas de inscripción, que sirven para que luego nos envíen una copia de la foto tomada durante el evento.
Nos hicieron pasar hacia la zona del patio del edificio de los tribunales, que queda justo detrás del lugar donde se tomaría la foto. El lugar escogido para la ropa fue estratégico, ya que solo tiene una entrada, que podía ser vigilada fácilmente por los organizadores y la seguridad. Allí nos sentaron un rato, esperando a que saliera el sol para iniciar la sesión de fotos. En este punto, todos se miraban un poco curiosos, imaginando como serían esos cuerpos desnudos, cuál sería la reacción. Se sentía algo de nerviosismo, pero en general mucho entusiasmo. Desde ese momento me quedó claro que lo más interesante de este asunto era la diversidad; en particular, me tenía impresionado la señora que estaba a mi lado, de unos 65 o 70 años, muy humilde, vestida con una bata de casa, un pequeño abrigo y sandalias. Habría jurado que a la señora la habían llevado engañada al sitio, porque es de esas personas que uno seguramente se encontraría en una iglesia rezando un rosario.
A partir de ese momento empezaron las casualidades: amigos del colegio, alumnas, colegas, otros conocidos de la vida... Era poco probable que ante un grupo tan numeroso no hubiera nadie conocido.
A las 6:00 de la mañana más o menos (no llevaba reloj), nos dan algunas indicaciones: La sesión comenzará apenas salga el sol. No deben quitarse la ropa hasta tanto no se les indique. Luego de que vivan la euforia inicial de la desnudez, traten de calmarse y escuchen bien las instrucciones del fotógrafo, de modo de lograr la toma deseada.
A partir de ese momento, todos esperaban que el sol apareciera por el horizonte. Ya la gente comenzaba a quitarse pantalones, camisas, preparándose para el momento de quedarse en bolas. La idea era quitarse la ropa, doblarla muy bien y colocarla en el piso, ubicándola bien en el lugar. Un grupo de seguridad se encargaría de vigilar que nadie tocaría o movería nada. Al finalizar, regresaríamos allí a buscar nuestra ropa y todo regresaría a la normalidad.
Finalmente, el momento que todos esperaban: con un megáfono, uno de los asistentes del fotógrafo dio la orden: "¡Pueden desnudarse!". Todos comenzaron a quitarse la ropa en medio de vítores, aplausos, risas... El momento fue de total euforia. De alguna manera, los aplausos y los gritos servían para ratificarnos que todo estaba bien, que nadie se estaba burlando de otro, sino que todos estabamos allí orgullosos de poderle mostrar al mundo nuestro cuerpo desnudo, con el mayor respeto hacia el resto de los que estábamos participando.
Comenzó la caminata hacia el lugar donde se tomaría la foto. El desorden de los venezolanos retrasó un poco todo el proceso. No podría negar que todo este asunto pudo haber tenido alguna connotación sexual. Seguramente más de uno tuvo una erección viendo tanta carne al aire. Y podría sospechar de alguna que otra chica que también se sintió algo movida viendo tanto hombre. Era la oportunidad de ver, y para ver habían 1500 cuerpos. De todos tamaños y colores. Por supuesto, un banquete para la vista. Incluso, hubo quien también se dio a la tarea de "tocar": tanta gente junta, pues de seguro algún roce, algún tropiezo, hizo que la desnudez "chocara", con su posterior "disculpe, lo siento, lo lamento... ¡pero es que con tanta gente junta cómo se le hace!"
Pero al final, Spencer Tunick se declaró satisfecho con lo logrado. Primero de pie, luego acostado en medio de la calle y finalmente de cuclillas en el piso, me sentía modelo de revista trabajando para un artista. La sensación de estar desnudo iba pasando, ya la gente no estaba haciendo demasiado caso a nuestra anatomía recién descubierta. La libertad se iba apoderando de nuestras mentes, porque nuestros cuerpos ya habían sido liberados previamente. Hora y media después, y luego de tres poses, se oyeron de nuevo los aplausos cuando Spencer Tunick gritó "¡Muchas gracias, Caracas!". Todo había acabado.
Regresamos al lugar donde estaba la ropa. Intacta. Nos vestimos y empezamos a cuadrar el desayuno, porque despiertos desde las 3:30 de la mañana, a las 9:00 ya tenía demasiada hambre.

23 de marzo de 2006

No soy un mister...


...y sin embargo ahí estaba yo, orgullosísimo de mi gran (en realidad no tan grande) barriga. Una de las cosas más interesantes del evento del domingo 19 de marzo, fue que 1500 personas de distintas razas y edades le demostraron al resto de los venezolanos que para ser modelo de una foto artística y posar desnudos no hace falta ser un tipo con músculos definidos o una miss operada con mucha silicona, botox e hilos rusos. No llegué a ver, dentro del grupo, a ningún "beautiful people" dispuesto a quitarse la ropa y posar para la cámara de Spencer Tunick en la Av. Bolívar de Caracas. Quizás pensarían que tanta belleza no es para estarla compartiendo con el vulgo lleno de tejido adiposo, estrías, arrugas y canas.
Pero ocurrió que esa madrugada fría de la capital venezolana, una verdadera revolución de personas respondieron a la convocatoria, dispuestos a vivir la experiencia de desnudarse en un lugar público y mostrar orgullosamente sus pronunciadas curvas, sus carnes flácidas o sus cuerpos delgados, casi resecos, sin ningún tipo de pudor. Más bien con un entusiasmo contagioso, tropical, efusivo.
Y luego de un rato, la euforia se convirtió en una concentración colectiva que perseguía un solo propósito: servir al lente del artista, para que este lograra captar la esencia de la belleza de los cuerpos desnudos, de las formas, de los colores, de las texturas, bajo la mirada de un Bolívar muy vestido (quizás el Bolívar más vestido que hayamos visto, con ruana para el frío inclusive).
En todo caso, tengo que decir que quizás hace 5 o 6 años hubiese sido incapaz de presentarme en un acto como este. La aceptación del cuerpo como algo hermoso es para mi una experiencia reciente. Yo puedo admitir tranquilamente que soy gordo. Solo me preocupo de algo así cuando pienso en el tema de la salud, por lo que trato de mantenerme dentro de límites manejables, trato de no excederme y de sentirme bien, llevando un control médico relativamente permanente.
Pero lo más importante es que dejé hace mucho de sentirme feo. Mi vida cambió radicalmente el día que comprendí que existen las personas que llegan a pensar no sólo que no soy feo, sino que incluso, como decimos por estos lares, estoy buenísimo. Porque en este asunto de los gustos... ahí sí podemos decir que nadie ha escrito nada.
Y ante la toma de conciencia de que "yo sí puedo levantar", vino poco después un cambio en los lentes con los que me miraba al espejo. O... cambiaron el espejo. El asunto es que logré lo que nunca había podido: verme de cuerpo entero, desnudo, y decir: "¡Pana... tú sí estás rico!".
Por eso pude ir a tomarme la foto con Spencer Tunick. Por eso mi vida dio un vuelco. Y evidentemente, soy mucho más feliz.
Besos y abrazos a quien corresponda.

15 de marzo de 2006

Hablando de Chuíto...


Hace poco, la revista "Infobit", del Ministerio de Educación y la Fundación Bolivariana de Informática y Telemática, nos pidió escribir un artículo sobre "La Máquina de Chuíto", considerando el uso que hacemos de la tecnología como herramienta pedagógica y el hecho de que buena parte de la historia también gira en torno al uso de las Tecnologías de la Comunicación y la Información. Escribimos el artículo, y pensé que para explicarles de qué se trata el asunto, sería ideal publicar un extracto del mismo. Así que aquí les va...



La historia de Chuíto...
Hace un año y medio nació Jesús Alberto Marcano Salazar, mejor conocido como Chuíto. Chuíto es un niño de 10 años que vive en Margarita, en un pueblo a la orilla de la playa. Tiene a su familia, compuesta por su mamá, su papá y su abuelo. Los dos últimos se dedican al negocio familiar: la pesca.
Por supuesto, Chuíto tiene un grupo de amigos con quien comparte todas sus aventuras: estudian juntos en el mismo salón y vienen de distintos lugares del país. Ellos son Cheo (caraqueño), Margarita (maracucha), Goyo (trujillano), Plutón (llanero) y Nicolás (Guayanés).
Un buen día, Chuíto recibe una sorpresa: su papá trae una computadora para la casa, y a partir de ese momento, comienza a contar con una nueva herramienta para el aprendizaje: la Internet. Solo que al momento de conectarse, Chuíto, utilizando su imaginación, se convierte en Ciberchuíto, y conversa con su máquina para recibir la información que necesita, e incluso, llega a interactuar con algunas personas o lugares que visita gracias a la red de redes.
Las historias de Chuíto surgen entonces de la premisa: “qué van a aprender los niños en este capítulo”. Luego de definido el objetivo, se crea una aventura que permita que los chicos tengan la necesidad de buscar información (en Internet o en cualquier otra fuente posible) que les permita resolver el problema que se les presenta.

Chuíto y la tecnología
La incorporación de las Tecnologías de la Información y la Comunicación en este proyecto han sido objeto de estudio, ya que la idea es intentar que el uso de la tecnología se acerque a lo que ocurre efectivamente durante una conexión a la red, generando una relación entre lo que vemos en la comiquita y lo que podría ocurrir en la realidad.
Es así como la tecnología se convierte en una herramienta para el aprendizaje, pero no necesariamente es la panacea. Es por eso que en varias oportunidades, las búsquedas que realiza Chuíto en la Internet lo llevan a sitios e informaciones que no son lo que él está buscando. Esto lo obliga a acudir a otras fuentes de información, que van desde sus familiares y personas del pueblo (el policía, la alcadesa, el cura, el doctor), hasta la biblioteca pública, donde echando mano de libros, videos, mapas y otras herramientas podrán encontrar lo que necesitan.
Por otra parte, en algunas de las historias se han incorporado algunas de las herramientas que nos brindan estas tecnologías: Salas de conversación, mensajes de texto y correos electrónicos, que sirven para ir dándole forma a algunas de las aventuras que viven los personajes.
Estas herramientas se van adaptando a las necesidades propias de la historia y de la imaginación de los niños. Es el caso de los foros y salas de conversación, que en este caso son representados a través de la interacción de los personajes animados con personas reales, especialistas en diversas áreas del conocimiento, quienes contestan a las preguntas de los protagonistas.



Las premisas
Las premisas de este proyecto, que forman parte de la política de producción de R&TV Producciones, eran las siguientes:
-La historia debe ser venezolana, con personajes que podamos reconocer como cercanos y con historias que se podrían desarrollar en algún lugar de nuestro país
-Cada capítulo debe convertirse en una herramienta pedagógica para padres y maestros, es decir, los niños que vean la comiquita deben aprender algún contenido conceptual, procedimental o actitudinal que forma parte del Currículo de Educación Básica.
-Lo ideal es poder incorporar elementos tecnológicos y fantásticos en cada historia.
-Finalmente: la historia debe ser divertida, debe lograr mantener a los niños atrapados en una aventura dinámica y entretenida.


Hasta aquí parte del artículo...

Este es el esfuerzo que estamos haciendo. Hoy entregamos los capítulos 6, 7 y 8, acumulando hasta ahora 2o historias listas. Además, el pasado lunes grabamos las voces de los capítulos 9, 10 y 11, desarrollando hasta ahora 29 historias. Para nosotros ya eso es un logro, y el aprendizaje alcanzado en términos de técnica y metodología nos han permitido ir desarrollando nuevos proyectos que ya estamos colocando al alcance de los canales de televisión.
Estamos apostando por hacer buena televisión, en un área que no ha sido desarrollada del todo en nuestro país: la animación. Tenemos la mejor intención de brindar un producto de exportación y estamos trabajando para lograrlo.

Besos y abrazos a quien corresponda...

12 de marzo de 2006

Arréchate...

Aunque tengo un tiempo ya con el blog, hasta hace poco comencé realmente a intercambiar con otras personas que también publican por esta vía. La primera búsqueda la hice preguntándome a quién podría gustarle el libro Piedra de Mar, de Francisco Massiani, y entre otros apareció Carmelo Lattassa, venezolano que vive en España, cuyo blog "La nave de los locos", tengo vinculada por dos razones: porque me parece que lo escrito por él es muy interesante, y porque las cosas interesantes hay que compartirlas con los amigos.
Luego de intercambiar un par de "posts", Carmelo me escribía varias cosas sobre todo lo que ustedes ya han leído en estas líneas. Habló de cine, de televisión infantil, temas sobre los cuales en líneas generales estoy de acuerdo con lo que plantea. Pero un tema en particular me dejó pensando, al punto de que me he tardado bastante en escribir estas pocas líneas.
Tiene que ver con la tolerancia que los venezolanos tenemos para la desgracia y la tragedia. Es cierto, los venezolanos no nos arrechamos. Tenemos suficientes razones para estar arrechos. En este país, todos los días ocurren situaciones que deberían llevarnos a un estado de histeria colectiva permanente. Desde hace rato deberíamos haber conducido a nuestro país por una vía distinta a la que lleva.
Pero no lo estamos haciendo. Y pienso que hay muchas posibles causas (o quizás sean todas juntas) las que hacen que nosotros, los venezolanos, sigamos por este camino. Voy a exponer las que se me ocurren en este momento:
1. ¿Cuál es el otro camino? Desde hace unos cuantos años se nos perdió el rumbo. Aunque es evidente que hace relativamente poco tiempo dimos un giro radical (aparentemente), en realidad tenemos mucho más tiempo sin saber dónde queda "adelante".
2. ¿Quién es el responsable? Aunque no lo parezca, las responsabilidades sobre las tragedias siempre han sido difusas. Nunca hemos tenido un responsable oficial para las tragedias. Jamás un preso por corrupción. Mucho menos, un presidente culpable de que se caiga un viaducto (que tenía años cayéndose).
3. ¿Quién tiene la razón? En los últimos años, la polarización es evidente y radical, y así mismo es la forma en que las partes ven el mundo. Unos y otros piensan que tienen razón, que son mayoría, que todo es "muy bueno" o "muy malo". Que vamos a "una debacle" o estamos enrumbados a un país de "justicia social". Y aunque el porcentaje de población radicalizada no sea muy alto, el resto del país "no sabe/no contesta".
Entonces, ante una situación como esta, la pregunta es ¿qué ganamos arrechándonos? Incluso, ¿es conveniente arrecharse? No se confunda esta postura con conformismo, ni mucho menos. En definitiva, estoy hablando de un cambio de actitud imprescindible para llevar a cabo los cambios que se requieran, sean los que sean.
¿Hemos sido capaces de cuestionar nuestras propias posturas y creencias? Mi mamá siempre ha sido en ese sentido muy dura conmigo, cuando digo cosas como "es posible que ellos sean mayoría". Parece que estuviera cometiendo un sacrilegio, blasfemando de la forma más procaz.
Pero imaginen por un momento que de verdad sean mayoría. No es que por ser mayoría tienen el derecho a violentar la ley como les dé la gana. Pero en efecto, tienen derecho a decidir cuál es el camino que quieren tomar.
Y mientras la minoría (llamada minoría ya que los otros son mayoría) no tenga el camino claro y convenza a quienes son mayoría que su camino nos lleva a la catástrofe total, pues no hay mucho que hacer. Puedo arrecharme todo lo que quiera, pero mis arrecheras no encontrarán eco en ninguna parte, es decir, no existen mecanismos para que la oposición se exprese y haga valer sus posturas.
Y si, para colmo de males, no vamos a las elecciones porque están amañadas, dejándole de esta forma la Asamblea Nacional al oficialismo, pues tenemos que calarnos la bandera y el escudo, por decir lo menos. Después del 4-D, lo lógico desde el punto de vista político era que los 10 millones de ciudadanos que no votaron, se expresaran políticamente por otra vía. Pero esa manifestación de disconformidad no se dio, y la respuesta no puede ser tan sencilla como que "el pueblo habló con la abstención". La abstención no habla. ¿Acaso no es factible pensar que quienes se callaron activamente eran minoría, y que el resto nunca han dicho ni "esta boca es mía"? ¿"no sabe/no contesta"?
Mientras no hablemos, no nos arrechemos.
Besos y abrazos a quien corresponda...