25 de junio de 2007

Enfermo

¿Qué significa "estar enfermo"?

Yo me considero un tipo con suerte. Gracias a Dios, hasta ahora he gozado de buena salud, muy a pesar de algunos de mis hábitos. Hoy en día estoy más gordo que nunca, siento que me ha afectado sobre todo en la columna. Sufro de migrañas, casi de seguro a consecuencia nuevamente de mi dieta. En un par de ocasiones sufrí de erisipela en la pierna izquierda (o celulitis, infección de la piel), quizás de las afecciones más dolorosas que he tenido junto con las migrañas. De resto, lechina, gripe, amígdalas mutantes (me las quitaron cuando era niño y una de ellas se regeneró parcialmente, por lo que de vez en cuando se infecta), y en alguna época fui alérgico a quien sabe qué cosa pero las reacciones anafilácticas fueron realmente desagradables. La única vez que entré a quirófano fue porque me caí en la patineta y me fracturé el radio y me disloqué el cúbito (¿A que no se acuerdan donde quedan esos huesos?). Y si les han dicho que el dolor de un cólico nefrítico es como el de un parto, créanlo: me dio una sola vez y le rogué a Dios que más nunca. Además, tuve cuatro esguinces en el tobillo derecho que requirieron inmovilización durante al menos un mes.
Es posible que algo se me esté olvidando. Pero en general, como pueden ver, debo agradecer que hasta ahora no he tenido experiencias cercanas a la muerte.
Pero ¿qué pasa cuando una enfermedad te condena? Es un ejercicio interesante: ¿Qué harías si mañana te dicen que tienes una enfermedad incurable y que solo te quedan unas semanas de vida?
Aunque no lo crean, desde hace unos años, esa pregunta me asalta regularmente. De hecho, no es exactamente esa la pregunta, pero se parece: Si me muero en este momento, ¿me iría contento? -que post más freak, este, ¿no?-.
Bueno, el asunto es que la pregunta de qué harían con la dichosa enfermedad la hace uno de los personajes de la novela "La Enfermedad", de Alberto Barrera Tyska que acabo de terminar de leer. Me dejó un amargo sabor de boca porque siento que leí y no leí. El hijo, médico, se entera que su padre se está muriendo de cáncer y le quedan pocas semanas de vida. Mientras tanto, un paciente de este médico le escribe contándole sus desgracias con una enfermedad que parece no existir sino en su cabeza, al punto de ser capaz de contagiar a la secretaria del doctor mientras se la describe.
Realmente fue un poco raro leer la novela. Soy hijo de médico. Conviví con el ambiente hospitalario durante un buen rato. Escuché largas conversaciones sobre casos de nacimientos y muertes -mi madre era ginecobstetra-. De embarazos no deseados o en adolescentes (y en casa de herrero, cuchillo de palo: mi hermana tuvo su primera hija a los 15 años). Viví en carne propia lo que es atender a un enfermo: mi abuelo pasó 18 años de su vida en una cama, degenerándose poco a poco, apagándose. Y un buen día, simplemente, una madrugada, dejó de respirar. Con mi abuela fue totalmente al contrario: Murió de una manera absolutamente sorpresiva y nos dejó a todos en shock.
Quizás les cuento esto porque me da la impresión de que mi relación con la muerte es un tanto distinta. Creo haber aprendido que forma parte de todo este asunto de respirar y luego dejar de hacerlo. Y que de alguna forma uno cumple con lo que tiene que cumplir, y cuando se acaba, pues se acaba.
Es posible que sea por eso que la novela me dejó pensando. Porque leer que el Dr. Miranda se debatía terriblemente con el tener que darle la noticia a su padre, me dio la sensación de que muchos de nosotros no nos preparamos para momentos como ese.
Eso sí, una cosa muy distinta es ponerse en el lugar del enfermo: estar consciente de que vas a morir no es el problema. El problema es cómo sientes que el cuerpo te traiciona, como deja de ser tuyo para volverse presa del invasor, causante de dolores y malestares. Y ya no eres tu mismo: eres un montón de células que por algún lado dejaron de funcionar como debían, y te provoca llevarlas a juicio y ejecutarlas por haber dejado de cumplir con sus funciones, tus funciones vitales.
Pero ellas ya no reaccionan. Ya alguien más las ejecutó y te quedas solo esperando el momento de la despedida. Debe ser frustrante no poder hacer nada para evitarlo. Tu espíritu deja de reconocer al cuerpo que lo habita y el dolor empieza a ocupar un espacio que antes era de una energía vital que ahora se agota.
¿Que qué haría yo si me dijeran que me muero en un mes? Mientras mi energía me lo permita, trataría de estar cerca de las personas que amo, haría las cosas que me gustan sin mayores limitaciones que la decencia, y por sobre todo, me gustaría poder sonreir durante el trayecto.
¿Ustedes qué harían?

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La obra se llama "Enfermo" del artista Keegan Wenkman.

Chenoa

Me he dado cuenta que últimamente, cuando escucho música en la computadora, siempre coloco este par de temas dentro del grupo de canciones de la lista de fijas. Chenoa debió quedar entre las finalistas del primer OT. Tiene una fuerza en escena que la hizo ganar la primera edición de Eurobest con total comodidad. La tipa canta con ganas y esa energía que emana me la contagia.
Ahí les dejo los dos videos. Los españoles tendrán que verla mucho, porque esta mujer se las trae.

24 de junio de 2007

Orgullo

Estamos en Junio, y para estas fechas los homosexuales solemos declararnos orgullosos de nuestra opción sexual. Este asunto del "orgullo gay" no deja de traer polémica, incluso -aunque parezca increíble- dentro de la propia comunidad gay.
Y es que quien está en contra de estas manifestaciones, suele argumentar que la marcha termina siendo un desfile de "locas, travestis, peluqueras y afeminados" que se exponen al escarnio público haciendo gala de plumas, lentejuelas y canutillos, cuando dentro de la comunidad gay estamos también quienes tenemos un aspecto y nos comportamos de una manera más "masculina". Y por supuesto, "ni de cerca quiero mezclarme con esa gente".
En ese sentido, yo soy de los que piensa que si queremos que la sociedad entienda que dentro de la comunidad gay hay diversidad de actitudes y conductas, pues tendríamos que mostrarnos a las personas tal y como somos. Es simple: me gusta ir a la marcha, entre otras razones, porque me gusta imaginar que la gente me ve y se pregunta "¿Qué? ¿Ese carajo es marico? No puede ser..." Y estoy seguro, convencido, de que si muchos de nosotros decidiéramos salir a la calle, pueden ocurrir dos cosas importantes: 1. Demostramos diversidad, y por ende 2. Acabamos con la idea de que "todo marico es loca", personas a las cuales respeto profundamente y a quienes debemos acompañar en la tarea de lograr mayor respeto dentro de nuestras sociedades, porque al final de cuentas, es la misma cosa.
Ahora bien, lo que si me preocupa de "nuestra" marcha en particular, es que me da la impresión de que nos estamos quedando sin banderas. La manifestación termina convirtiéndose en una gran rumba, mientras que otros objetivos de mayor trascendencia social se van diluyendo -legalización de la pareja, adopción, derechos laborales, prevención de enfermedades y pare de contar-. Entiendo que algunas organizaciones ya están trabajando sobre estos temas, pero las marchas no están siendo utilizadas de la manera más adecuada para exponer estas ideas y lograr que se escuche nuestra voz.
No soy un activista radical, pero estoy consciente de que es necesario que este asunto del "orgullo gay" sea realmente tomado en serio. Que podamos decir que nos sentimos realmente orgullosos de lo que somos y de nuestras luchas por tener el espacio y los derechos que estamos dispuestos a hacer realidad.
Este año voy a la marcha. Me encantaría ver a un grupo de osos organizado, pero estoy casi seguro de que eso aun no es posible en nuestro país. Me gustaría ver pancartas y consignas que hagan referencia a asuntos más serios, aunque sé que esas seran las menos. Ya sé que lo ideal sería que sea uno mismo quien tome esas iniciativas... De pronto me entusiasmo y les aviso.
Seguro que tomo unas cuantas fotos en la marcha y se las posteo.
Besos y abrazos a quien corresponda.
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Para quienes quieran conocer más acerca de la comunidad de osos del mundo, pueden visitar Osos de Venezuela, o este otro vínculo que reune buena cantidad de sitios que hablan de este tema. Por cierto, la foto forma parte de una campaña que se lanzó en España contra el sexo sin protección (Bareback).

23 de junio de 2007

Macondo

Todavía recuerdo la primera vez que leí "Cien Años de Soledad", tendría como 14 años. Para ese entonces ya tenía cierta afición por la lectura, promovida por mi señora madre desde que era un crío, quien antes de dormir leía al menos durante media hora su libro de cabecera. Nunca faltaban al menos tres o cuatro libros en su mesa de noche. Yo copié un poco ese hábito. Comencé con algunos libros ilustrados que disfruté enormemente: "Guillermo Tell" y "Cuento de Navidad", ambos en una edición de hojas grandes con ilustraciones llenas de color, tipo comics, que leí y releí hasta la saciedad. También recuerdo haber descubierto a Mafalda, con su ingenuidad, llena de preocupación por el mundo. Me aprendía de memoria las viñetas del libro gris enorme que hacía una gran recopilación de 10 años con esta argentinita fanática de los Beatles.
Cien Años de Soledad me lo mandaron a leer en el colegio, y recuerdo que a pesar de ser una imposición, terminé leyéndomelo con cierto gusto. Quizás a esa edad no tenía cómo comprender la belleza del libro, de este cuento profundamente nuestro que acababa de leer. Ahora, 20 años después, y a 40 años de su publicación, decidí comprarme la edición especial realizada por las Academias de la Lengua Española de Iberoamérica, y releer la historia de la estirpe de los Aurelianos y los José Arcadios Buendía, el primero atado a un árbol y el último a quien se lo llevan las hormigas, profecía escrita en sánscrito por el gitano Melquíades, el portador del hielo.
Y fue una maravilla imaginar a Úrsula Iguarán, cada vez más ciega, con piel de pergamino. Y a Remedios la Bella, ascendiendo a los cielos envuelta en sábanas blancas ante la mirada atónita de Fernanda, la única reina en una tierra donde no tenía súbditos. Y a José Arcadio el navegante, lleno de tatuajes, enorme y fuerte como un toro. Y al coronel con su eterna lucha contra los conservadores solo por soberbia. Y a Amaranta, la eterna virgen, quien se negó a entregar su pureza luego de que Rebeca se casara con José Arcadio. A Pilar Ternera y Petra Cotes, quizás las dos mujeres que, después de Úrsula la matriarca, conocieron mejor a los hombres de la estirpe. A la enérgica Amaranta Úrsula, al solitario Aureliano Babilonia, a la incomprendida Meme...
Una historia que comienza y termina en sí misma, con la creación del mundo y su destrucción final, cuando una tormenta se lleva los últimos resquicios de un pueblo cuyo destino estuvo escrito desde la primera vez que la imaginación y el genio de Gabriel García Márquez escribió "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo".
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La obra se llama "Folia" y es de Andréa Guim

21 de junio de 2007

Viaducto

Tenemos viaducto.
No será este viaducto...
Pero tenemos viaducto.
Para quienes tuvimos que vivir el martirio de la carretera vieja Caracas-La Guaira o la infamia de la trocha que intentó paliar el problema durante año y medio, vayan mis felicitaciones.
¡Ojalá dure!
Besos y abrazos a quien corresponda.

19 de junio de 2007

Guarapo

Qué sensación más rara esta de no querer escribir. Incluso, he estado a punto de agarrar todo lo que he publicado, pasarlo a un archivo aparte y eliminar el blog. ¿Sabes cuando a veces ciertas cosas parecen no tener sentido? Veo el sitio todos los días y ya no sé para qué sirve. De pronto la cosa pasa a ser un "sin razón aparente" que me revuelve la cabeza y me agua el guarapo.




¿O será que tengo días con el guarapo más aguarapao que de costumbre?
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La obra se llama "Conejo 3" y es de Laura Ubeira.

1 de junio de 2007

Anoche soñé con mi muerte

No fue un sueño muy largo, ni tenía una gran historia.
Estaba en un tobogán muy alto, de esos que se encuentran en las piscinas, y que tanto divierten sobre todo a los chicos. Pero no estaba en la parte alta del tobogán, dispuesto a lanzarme al agua. Por alguna razón, estaba en la mitad del deslizador, detenido, aguantándome con pies y manos para no caer. Y sentía como poco a poco, detrás de mi, se iba formando una larga fila de personas que intentaban llegar al agua pero que veían obstruido su camino.
Y sin más, en algún momento me dejé llevar. Caí al agua y de inmediato mi cuerpo completo tocó el fondo de una piscina no muy profunda. Cuando me disponía a salir, todos los que estaban detrás comenzaron a caer sobre mí. Todo fue un bosque de pantorrillas y pies a mi alrededor, que no me permitían subir a la superficie.
Mis pulmones comenzaron a exigir aire, con la conciencia de que no podía permitirme respirar allí abajo. Intenté zafarme, pero cada vez habían más piernas que impedían mi paso.
No pude más. Respiré. Justo en ese momento abrí los ojos. Estaba despierto en mi cama, agitado y nervioso.
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La obra se llama 2da. Jerarquía Angelical (Coros de Dominaciones, Virtudes y Potestades)