8 de marzo de 2007

El hombre del sol

A Mateo, la caminata diaria le sentaba bien. Sabía que era lo que todos recomendaban, y no podía dejar de darles razón acerca de los beneficios que proporcionaba una rutina como esta. Si se ponía a sacar la cuenta de los motivos por las cuales valía la pena levantarse un poco más temprano, casi al despuntar el alba, podía escribir un libro. Pero de eso ya se encargan otros: a él lo podían dejar tranquilito, relajado, forrado en plástico y con sus zapatos blancos casi incandescentes, trotandito por el parque.
Pero en el caso de decidirse a narrar su historia, hoy se agregaba a esas tantas razones una más, una de esas excusas que se inventa uno para que el corazón se acelere, pero no necesariamente relacionadas con el ejercicio. La primera vez que Mateo lo vio, fue en el surtidor de agua potable dispuesto por el parque para que los atletas pudieran rehidratarse. La razón estaba inclinado, sorbiendo el agua del chorrito que sale disparado cuando aprietas el botoncito. Ante aquel espectáculo -piernas bien formadas, pequeño short de tela sintética blanco ajustado a unas nalgas redondas y firmes, espalda ancha en un cuerpo considerablemente alto, agachado mientras saciaba su sed-, sintió que lo asaltaba una sed incontrolable. Vio su botella llena de agua e instintivamente la abrió y la vació en el cesped, mientras dirigía su atención y su rumbo a aquella escultura viviente y sedienta.
Mateo apuró el paso. Cuando llegó al surtidor, casi por sorpresa, la escultura se levantó, y se secó la cara con una pequeña toalla. Todavía de espaldas, pudo ver sus hombros y brazos evidentemente trabajados pero no en exceso, el cabello negro descuidadamente largo y empapado de sudor que tapaba el cuello.
De pronto, aquel adonis se volteó. Se detuvo un instante, al darse cuenta que aquel hombre vestido de pantalón deportivo y franela lo estaba mirando. El contacto visual fue instantaneo y sus miradas sonrieron. Y de pronto, ocurrió.
- Hola.
La escultura esbozó una leve sonrisa y le guiñó un ojo al petrificado Mateo. El hombre hizo como que se iba pero al ver la cara de Mateo, se devolvió y lo miró nuevamente a los ojos.
- Hola.
Mateo se quedó mudo, paralizado. Aquel hombre era una maravilla andante y lo había saludado. Era como haber regresado a la adolescencia temprana, cuando una mirada de la persona amada podía detenerte el corazón. Sintió que se le subían los colores al rostro.
- ¿Te sientes bien?
- Sí.
Fue lo único que logró articular. Pocos instantes después Mateo se desvaneció.

Cuando abrió los ojos, la escultura estaba a su lado, intentando reanimarlo.
- Buen susto que me diste. ¿Te sientes mejor?
- Sí
- ¿Quieres que vayamos a una clínica?
- No, estoy bien. Quizás es mejor que me vaya a la casa.
- ¿Tienes como ir?
Lo pensó dos veces antes de contestar.
- No
- Entonces yo te llevo.
"Ya tendré chance de buscar el auto en el estacionamiento del parque", pensó Mateo.
- No, por favor, ni te molestes.
- No es molestia... Además, es lo menos que puedo hacer después de que te desmayaste por mi culpa.
- ¿Por tu culpa?
- ¿O me vas a decir que fue por el ejercicio?

Ahora Mateo tiene más razones para seguir trotando, y sobre todo cuando la escultura lo levanta todos los días, al salir el sol, para ir juntos al parque.

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La obra se llama "El hombre del sol", del artista japonés Wataru Yamakami.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

por finnnnnnn una historia bonita, nadie murio, no está la muerte deambulando, no hay desprecio ni dejadera ni nada malo.... por fin un personaje d ejogreg tiene un final feliz.... esperemos que esto sea mas recurrente

ME PARECE MUY BUENA ....ACHI ACHI ME PASO A MI JEJEJEJE

Câline dijo...

Jajajaja... después de lo que dijo Richard no puedo decir nada, jajajajajaja!!
Qué fino que no pasó nada malo y qué escultura tan conciente de su belleza, no?
Saludos!!

Naky Soto Parra dijo...

¡Me uno a las carcajadas de la bella Câline! (En consecuencia me uno a la solicitud de Richie) ¡Jajaja!

¡Bravo por la estatua y su intenso sentido de responsabilidad!

Un abrazo sin mármol,

Pedro J. Sabalete Gil dijo...

Una escultura con sensibilidad y buen trato. Sí señor. Que simpático el comentario de Richard

También soy un trotón matutino, aunque ultimamente no busco nada más que excusas para no hacerlo.


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Saludos.

Anónimo dijo...

Hola, hola, hola yo pasando por aquí a saludar, como hay cositas que ya no me dejan casi tiempo pero aquí presente :D nos vemos men!!! Cuídate y saludos en casa.

Jogreg dijo...

Richard: a mi también me pasó así... de eso hace más de 5 años.

Câline: Yo creo que hay gente que sabe cuál es el efecto que causa en los demás. Me pareció simpático que este hombre diera el primer paso de esa forma.

Naky: Ojalá tuviéramos muchas más personas con ese sentido de la responsabilidad en el mundo.

Goathemala: Yo no hago ejercicios para nada, pero eso no me impide recomendarte que no dejes de hacerlo.

No uso Ropa Interior: Un abrazo grande para ti también.

Saludos a todos y muchas gracias por pasar. Siempre es rico tenerlos por acá.