Con ella ha tenido el sexo más ruidoso y ardiente que jamás se hubiera imaginado. Era como vivir permanentemente en una película pornográfica, donde la trama no importa y todo lleva a sus protagonistas a quitarse cualquier exceso de ropa y acabar en las posiciones más estrambóticas que el Kamasutra no ha podido graficar. Era placer a toda prueba, fantasías cumplidas y promesas de otras por venir. Litros de sudor y toneladas de gemidos (y a veces hasta gruñidos) que la convertían en un curvilíneo instrumento lujurioso de seducción y adicción. Las noches y los días no tenían límites, el movimiento era frenético, el descanso era un lujo que solo podían darse por ratos, porque cuando estaban juntos un terremoto sacudía el lugar y no había forma de detenerlos. Y las culpas no existían.
Pero con frecuencia su otra vida tocaba a su puerta. Con ella había pasado los mejores años de su vida. Seguía siendo una mujer hermosa aún luego de 15 años de matrimonio y tres hijos. Siempre fue una mujer dulce, trabajadora, sacrificada y responsable, sobre todo responsable de sostener, al menos afectivamente, a una familia de la cual ella se siente orgullosa. Amante de las rutinas, del calor de hogar, de la cena servida y las noches de cine entre amigos, de la lectura de un buen libro y de un buen vino rosado o blanco ("tinto se me sube a la cabeza, y después no aguanto la migraña", decía). Educada, complaciente, cuidadosa. El sexo con ella era así, bonito, tierno y delicado. De luces apagadas. Penetrarla era como allanar un recinto sagrado de terciopelo tibio. Sus suspiros parecían venir de lo más profundo del océano, como en un arrullo. Así se enamoró de ella y así ha vivido con ella todo este tiempo.
Para él, la escena era una pesadilla. Su mente parecía haberse congelado.
- ¿Qué vas a hacer ahora? -, preguntó ella visiblemente molesta.
- ¿Qué clase de pregunta es esa? No, si él no tiene nada que hacer. Soy yo la que tiene mucho por delante, más ahora que tengo que encargarme de todas las diligencias del divorcio. ¡Y ni pienses en poner un pie en mi casa!
- Pues te va a tocar buscar un hotel, papacito, porque a mi casa tampoco vas. Yo soy una mujer libre de ataduras y no ando buscando casarme ni arrejuntarme contigo ni con nadie.
Ella estaba seca por dentro. Sus movimientos eran mecánicos. Se notaba su saber hacer, pero le faltaba algo. El acabó dentro de ella, y ella se desmontó inmediatamente de su cabalgadura para vestirse. Recogió el dinero que había en la mesa de noche. Intercambió una pocas palabras con él -"gracias, me tengo que ir", según recuerda-, abrió la puerta que mostraba un "105" del lado externo y la cerró casi de portazo.
Él quedó echado en la cama, con el condón aun guindando de su mástil ahora penosamente dormido, iluminado solo por la luz de la televisión que emanaba una película pornográfica que no lo excitaba.
5 comentarios:
Amigo, usted es intenso, su mente es terreno fértil para los devaneos eróticos, su corazón capta las complejidades de las relaciones amorosas, ¿qué más le puedo decir, además de que el relato me gustó? Reciba un abrazo navideño y mis mejores deseos para el 2007. Namasté.
La forma en la que enlazas las palabras. Las pausas. El enlace entre las frases. Las imágenes. Magía, magnífico.
En otrovagomas.blogspot.com no tienen a mi personaje. Seguiré buscando. ;-)
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Saludos.
ME ENCANTÓ, comparto con sus visitantes que éres intenso (disculpe pero yo tutéo), es imán, por eso fuí atraída hacia aquí, y que suerte!!!
besitos
A veces las cosas son así, no?
Todo lo mejor para ti
PS: Buen relato
Doloroso reconocer que confundimos nuestra excitación con compromiso,
debe ser que cada vez que uno busca sexo es un grito de angustia... creo que algo de ello hay cuando nos masturbamos.
Creo que lo racional a veces se dilapida en lo instintivo, y aquellas elucubraciones que tanto hacemos son solo tímidas descripciones de nuestra confusa humanidad...
Buen corto. Fecundo para reflexionar.
Hasta pronto.
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