16 de febrero de 2014

Los pecados de Venezuela



Reencarnando en gusanos.

He estado leyendo un poco sobre budismo. Reencarnar. El karma. Nada demasiado profundo, más bien como cultura general...

Luego de ver lo que está pasando en mi país, todo desde la perspectiva de quien solo se entera a través de Twitter y Facebook (que ya es una desgracia), me topo con la etiqueta -o hashtag para mis amigos americanizados- #PrayForVenezuela. Recen por Venezuela, por favor.

Sip, están pasando cosas terribles. Hay denuncias de violaciones a los DDHH, detenciones arbitrarias, maltratos, torturas; la libertad de protestar, de expresión, de prensa, el derecho a la vida, a la salud, a la integridad... todo eso está puesto en entredicho. Y la sombra de la impunidad rondando sobre nuestras cabezas gracias al altísimo nivel de destrucción que ostentan nuestras instituciones.

La Revolución acabó con todo.

Entonces, pensaba dos cosas: que debíamos habernos portado muy mal en algún momento de nuestra historia para estar viviendo lo que ahora ocurre. Principio básico del karma: o creces y asciendes en tu próxima reencarnación, o te portas mal y te hundes, reencarnando a nivel de bichos, sufriendo lo que sufre quien no tiene consciencia de que está vivo.

No es que mis lecturas sobre budismo sean muy profundas, pero se entiende la idea, ¿no?

Y luego, rezar. Ante tanta barbarie, pedir a quien esté más allá que algo pase. Algo que nos permita reencontrar el rumbo. Restaurar el karma.

Los pecados de Venezuela.

Los católicos creen que, cuando estás en pecado, irás al infierno. Puedes evitar, sin embargo, tamaño sufrimiento, aceptando tus culpas, haciendo acto de contricción, reconociendo tus errores, arrepintiéndote. Hay además unos pecados más sencillos, los veniales, y otros más graves, los pecados capitales, que esos son un pasaje directo a la quinta paila.

Y ahora yo me pregunto: Para que estemos viviendo en este infierno, ¿qué pecados cometimos?

Me atrevo a asomar que todos:

Nos comimos el petróleo: La gula podría estar representada por la forma como hemos sido capaces de explotar indiscriminadamente la que decidimos que fuese nuestra única fuente de sustento: el petróleo. Nos atragantamos con petrodólares y el Estado es ahora un hombre inmensamente gordo, incapaz de moverse, ni de pensar siquiera en lo que debería hacer en un futuro.

¿Cuánto hay pa´eso?: "Codiciamos lo que no tenemos", decía una línea de "El abogado del diablo", aquella estupenda película con Al Pacino haciendo de Satanás. Y es que a pesar de tener petróleo, el bienestar nunca llegó. Empezamos a desear el dinero por la vía que fuese, a estar cerca de él sin importar el costo que eso implicara.

Whisky 18, por favor: No hay que negarlo, nos gusta un bonche. Primero está la playa, la discoteca, la rumba de fin de año, alcohol, mujeres, drogas, manejar como nos da la gana, hacer con la ley lo que nos provoca... Y es que la lujuria no es otra cosa que vivir la vida pensando solo en lo que nos da placer, sin que nada ni nadie nos moleste.

¡Para eso está papá gobierno!: Hay un chiste que es representativo de este, el pecado de la pereza. Un venezolano acostado en un chinchorro ve bajar una culebra por el tronco del árbol donde está amarrada la hamaca y dice: "¿Qué será bueno pa´ la picá ´e culebra?". Ni de vaina mueve el culo... ¿Para qué trabajar, si vive en un país en el que el gobierno debe darle todo lo que necesita? ¿Qué es eso de ser más productivo? ¿Ser más competitivo? ¡Por favor! Esas son cosas del capitalismo salvaje que quiere explotarte para quitarte lo tuyo. Mucho menos pensar en qué hay que hacer para resolver nada: la indolencia es, de algún modo, una forma de pereza inmanente en los venezolanos.

¡Pló pló!: Este es fácil, y a la vez el más doloroso. La violencia es el signo de nuestros tiempos. Desde hace ya bastante tiempo los venezolanos dejamos de dirimir nuestras diferencias a través del diálogo, el debate, los argumentos. Ahora es más sencillo caerse a plomos, a pescozadas, a insultos. La negación del otro es la mejor forma de representar la ira que llevamos en nuestros corazones.

¡Ese seguro cogió más que tú!: Porque parece que de eso se trata nuestro pecado de la envidia. El progreso no es consecuencia del trabajo duro, de la inversión y el riesgo. Lo que ocurrió es que el rico, el que vive bien, fue más vivo que tú. No tuviste la palanca, el amigo, el panita que te pusiera donde hay. Las diferencias de clases no son consecuencia de la estructura económica, eso es paja. Es de tu capacidad para tirártelas del papá de los helados, de corromperte y estar donde se bate el cobre.

Somos el país más arrecho del mundo: Es lo primero que le enseñan a uno sobre Venezuela cuando entras al colegio. Riquezas naturales, paisajes increíbles, mujeres espectaculares, comida exquisita, cultura envidiable. La tapa del frasco. El ombligo del mundo. Hay otro chiste que ejemplifica muy bien cuán soberbios hemos sido: Dios hace al mundo y le da a Venezuela todo lo mejor que se le pudo ocurrir. Un ángel le dice "Padre, ¿no crees que les estás dando mucho, que esa tierra tan maravillosa será la envidia de todo el resto del planeta?" Y Dios le contesta: "No te preocupes, ahora le pongo a los venezolanos".

Señor, perdona nuestros pecados.

#PrayForVenezuela

Paz.

1 comentario:

Cristian dijo...

Como soy de viajar a distintos países me interesa conocer las cosas que suceden en todos los países del continente sobre todo para ver de que forma afectan a nuestro país. Cuando tengo la oportunidad de obtener pasajes aereos a otro lugar me gusta conocer desde dentro las cosas que suceden allí