6 de agosto de 2007

El funeral

Ella lloraba frente a la tumba de su marido, en lo que sería la última morada del hombre con el que compartió los mejores 28 años de su vida. Le había dado tres hijos, una hembra y dos varones que hoy eran su orgullo. Con él había logrado todo lo que alguna vez se había propuesto. Con él fue feliz hasta el último instante, cuando un desgraciado accidente de tránsito le cegó la vida. Se vió rodeada de muchos, de familiares, amigos, que compartían su dolor y la acompañaban, pero aunque fuese injusto, se sentía sola. No podía imaginarse lo que le quedaba de vida sin el hombre que fue su apoyo, su confidente, su amigo, su amor. Tendría que acostumbrarse a dormir en una cama que antes fue cálida gracias a su presencia. Extrañar nunca fue su juego, pero ahora tendrá todo el tiempo del mundo para jugarlo.

Un poco más allá, él lloraba frente a la tumba de su marido, en lo que sería la última morada del hombre con el que compartió los mejores 10 años de su vida. No había podido darle hijos, pero sí le quedaron recuerdos que atesoraría como su bien más preciado. Con él había logrado todo lo que alguna vez se había propuesto. Con él fue feliz hasta el último instante, cuando un desgraciado accidente de tránsito le cegó la vida. Se vió solo, sin familiares ni amigos que compartieran su dolor y lo acompañaran, pero no se sentía solo, porque durante todo este tiempo la vida fue él y todo lo que él significaba. No podía imaginarse lo que le quedaba de vida sin el hombre que fue su apoyo, su confidente, su amigo, su amor. No tendría que acostumbrarse a dormir solo porque era complicado que estuviera presente. Extrañar siempre fue su juego y ahora tendrá todo el tiempo del mundo para jugarlo.

Ella vio a aquel hombre que, a lo lejos, lloraba quedamente. Pensó que lo había visto en algún lugar, pero no sabía identificar de manera precisa dónde. No sabía qué relación tenía con su marido, pero tampoco estaba de ánimos para averiguarlo.
Él vio a la mujer que lloraba desconsolada al lado de la tumba. Sabía quién era y podía contar con exactitud las veces que la vió al lado del hombre que amó. Pensó que sería la última vez que compartirían el mismo espacio, y el mismo marido.
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La obra es de Carlo Carrá, pintor futurista italiano de finales del siglo XIX e inicios del XX, y se llama "El funeral del anarquista Galli" (1911)

8 comentarios:

Arturo Serrano dijo...

Dios, qué fuerte. Lo deja a uno mudo. Así como esas películas que al terminar y prenderselas luces los espectadores siguen sentado sin saber qué hacer. Me encantó.
Me encanta tu blog. Te invito a leer el mío. http://purogamelote.blogspot.com

Anónimo dijo...

algo rudo...

Pedro J. Sabalete Gil dijo...

¡Qué bueno! Me gustó mucho el juego entre los dos párrafos iniciales y miméticos.

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Saludos.

Silmariat, "El Antiguo Hechicero" dijo...

No soy nada original, pero lo primero que pensé fue un sonoro: CARAJO!!!

Muy bueno, excelente, de cortometraje y con granos gruesos.

Aunque no se crea, la situación es más común de lo que pensamos.

Todo lo mejor para ti.

PS: Dentro de poco nos vemos.

Naky Soto Parra dijo...

¡Carrizo Jo!
Redondo y rudo.
Me dejas el sabor de la discriminación, de la mirada particular, del que ve en rigor, una sola cara del espejo. La que defiende, la que vive, en la que cree. Es decir, no es gratuito que el destino de él fuese mucho más prometedor que el de ella.
Rudo.

Un abrazo,

Jogreg dijo...

Arturo: Qué bueno que te gustó el blog. También estaré siguiendo con detalle el tuyo. Me encantaría que tuvieras chance de ver otras cosas que he publicado en el blog a ver qué te parecen... Y que hayas sentido el cuento como un corto es un halago viniendo de un cinéfilo como tú... Gracias!

richard: Y la vida también es ruda a veces...

Goathemala: ¡Gracias, men! ¡Qué bien que te gustó!

Silmariat: ese carajo te salió de lo más profundo, no? Y sí, es tan común que no nos damos cuenta.

Naky: Dicen por ahi que la grama de mi vecino siempre es más verde. Solemos ser bastante injustos cuando comparamos los cánones con los que juzgamos a los demás y los que usamos con nosotros mismos. Generalmente si el otro se merece pena de muerte, para nosotros vale un buen regaño y una nalgada. Y discriminamos hasta sin darnos cuenta, porque al final la vida es de uno mismo y de más nadie. El asunto no es ponerse en el lugar del otro, sino vernos a nosotros mismos como vemos a los demás... capaz y nos llevamos una sorpresa.

Gracias a todos por pasar, de verdad siempre es un gustazo contar con ustedes. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Hola José

De verdad que la lectura me deja sin palabras, además de un sabor amargo, que me hace sentir vulnerable ante esa realidad, que para mí va mas allá de la cobardía de un hombre ante sus gustos. Tiene que ver con la verdad, con el engaño y sobre todo la tristeza de vivir con alguien toda una vida y al final eres un perfecto desconocido que no sabes nada de ese ser humano.


Otra ironía del escritor es: hizo feliz a una mujer, hizo feliz a un hombre y seguro que a los muchos que lo estaban llorando; pero deja a la imaginación si él fue feliz y tal vez como dice Naki tuvo la muerte que le tocaba por la vida que llevaba.

Por mi blog me tomé la libertad de escribir una idea tuya en un post del Quijote.

Saludos.

Unknown dijo...

Buen relato, y así es la vida...ruda y repentina...llena de amores y soledades de sopetón...
como siempre, excellente
Saludos