En estos días, regresando del estudio de audio donde estamos montando la banda sonora de "La Máquina de Chuíto", decidí que tomaría el metro. Desde Chacao, iría hasta La Bandera, para caminar un rato hasta la casa, aprovechando que la noche estaba fresca y no había ningún apuro por llegar. (Y para serles honestos, pues también me serviría para pensar en algunas cosas que han ido ocurriendo últimamente, pero que no son motivo de esta reflexión).
Bueno, el asunto es que era viernes, en hora pico y estación pico, tuve que hacer una larga cola para comprar el ticket en la máquina expendedora (de 8, sólo 2 funcionaban... qué tiempos aquellos). Poco tiempo después llegué al andén, esperé al tren que llegó particularmente rápido y no tenía tanta gente.
Abren las puertas y me monto. Incluso, suerte la mía, consigo asiento. En ese momento veo la publicidad interna del metro, que en este caso, la ocupaba un aviso del Ministerio del Interior y Justicia. El anuncio decía, poco más, poco menos, lo siguiente:
"La seguridad es un asunto de todos.
1. No acepte ayuda de extraños en los cajeros electrónicos.
2. No use joyas de valor.
3. Evite lugares concurridos.
4. Sostenga fuertemente su cartera y otras pertenencias.
5. En su automóvil, conduzca con los vidrios cerrados"...
Quizás se me escapan un par de recomendaciones, pero el asunto es que de eso se trataba. Daban además un número de teléfono (0800 CONTIGO) que tampoco quedaba demasiado claro para qué sirve. Y de fondo, policías, guardias nacionales, autos blindados, y muchos otros elementos relacionados con la seguridad.
Lo primero que comprendí con el aviso es que, en efecto, el Ministerio acepta abiertamente que la delincuencia puede estar en cualquier parte (¿lugares concurridos?). Pero luego, una sensación muy incómoda me embargó por completo: aparentemente, según este aviso, una forma de combatir el hampa es comportándonos como posibles víctimas futuras de un delito. Se trata de la psicosis colectiva e institucionalizada de que en cualquier momento podemos pasar por el trauma de un delito contra nosotros y nuestras pertenencias.
Las estadíticas llegan a decir que prácticamente todos los venezolanos hemos sido víctimas de la delincuencia, o estamos relacionados directamente con alguien que sufrió de sus consecuencias. Es decir, a todos nos han robado, herido, o en el peor de los casos, asesinado a alguien cercano.
Y entonces, sale un anuncio que te pide que te comportes como que si el resto del mundo es un peligro para ti y tu familia, lo cual te genera muy poca confianza sobre las posibles medidas que por otro lado se puedan estar tomando para combatir y refrenar los actos delictivos.
Entonces, no es para menos que haya gente que decide, ante esta situación, irse a otra parte, a ver si al menos su vida no corre peligro. En efecto es una psicosis colectiva... pero justificada incluso con este tipo de mensajes que antes de tranquilizar, espantan.
Como diría el chupamandarinas, así son las cosas...
Besos y abrazos a quien corresponda.
26 de febrero de 2006
20 de febrero de 2006
Los vaqueros no deberían estar de moda...
Este espacio no pretende ser, ni mucho menos, un lugar para hablar de cine. Pero como por ahí vienen los premios de la Academia, uno no deja de ver una que otra película a ver que tal. Y pues en esa onda, pude ver -de nuevo gracias a nuestros amigos piratas- una copia (de muy buena calidad, por cierto) de Crash.
Evidentemente, no les voy a contar la película. Además, sería complicadísimo, porque son un montón de historias de gente que vive en Los Ángeles, quienes son victimas o victimarios del racismo más exacerbado. Estas historias terminan teniendo alguna relación entre sí, lo que convierte a la película en un extrañísimo rompecabezas, tremendamente bien contado, con escenas cargadas de dramatismo de principio a fin.
Esta es una historia de violencia, de prejuicios y de redención. Cada uno de los personajes, por una u otra razón, desarrolla una serie de conductas contra las personas que son distintas a ellos mismos (blancos, negros, asiáticos, latinos), desatándose en todos los casos situaciones de violencia física o psicológica de una dimensión que a todas luces nos define como unos seres despreciables, con el agravante de que se nos presentan como parte de la vida diaria, de la cotidianidad. Pero cada uno de esos personajes tiene una posibilidad para redimirse, una opción para reivindicarse como ser humano. Algunos las aprovechan muy bien, otros no tanto.
Como estarán deduciendo, me encantó la película. Creo que es un excelente film, muy bien dirigido por Paul Haggis, quien con mucha astucia se encarga de llevarnos por una montaña rusa de emociones y situaciones violentas.
Las mejores escenas: la redención del policía, a quien la vida le da la oportunidad de encontrar el perdón de la mujer de quien poco antes había abusado; y todas las escenas en las que participa el cerrajero latino junto a su pequeña hija. En este último caso, la actuación de Michael Peña es fantástica, y reconforta saber que es uno de los pocos personajes honestos de la película. Créanlo: un latino honesto en una película de Hollywood.
En fin, aunque pueda parecer extraño dadas las condiciones, pues espero realmente que los vaqueros se queden con las ganas de subir al podio, porque "Crash" es, de lejos, una película mucho más interesante, con un mensaje actual, dinámico e impactante, dirigida y montada de forma eficaz y con unas actuaciones de lujo (exceptuando un par de ellas, entre las cuales debo contar a Brendan "George de la Selva" Fraser, cuyo personaje tiene una de dos: o es un imbecil, o él lo convierte en tal, pero no es nada creíble; y a Ludacris, un ladrón de autos que, aparentemente, sufre del mismo mal que el de Fraser).
Ojalá la homosexualidad, el closet y el miedo no desvíen la atención de los votantes, quienes tienen en Crash probablemente a la mejor película del año.
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