El príncipe conoció a aquella niña y sintió algo que no había sentido nunca antes. Pensó en regalarle su posesión más preciada. Regresó a su planeta y cortó la rosa. Estaba seguro de que, con ella, conquistaría a la niña que le había robado el corazón.
La niña aceptó la rosa con amabilidad, pero no hizo lo mismo con el amor que el príncipe le ofrecía. No podía amar a un miembro de la realeza, cuando ella era una chica de izquierdas, republicana y anticapitalista.
El príncipe regresó triste a su planeta, a jugar con un cordero que tenía dentro de una caja.
La rosa se marchitó dentro de las hojas de una copia de El Capital de Carlos Marx.