Hoy me enteré de algo que resultó ser una muy grata sorpresa que me llenó de alegría, orgullo y agradecimiento. Ana Bracho, columnista de la revista marabina Tendencia, escribió un artículo sobre el blog que este servidor publicara en BBC Mundo y de verdad que estoy muy agradecido por los comentarios que hace sobre lo que leyó en él.
Como la versión electrónica de la revista no tiene su contenido, acá les transcribo el artículo. De nuevo, a Ana Bracho y al equipo de la revista Tendencia, muchísimas gracias.
Un blog salido del closet
por Ana Bracho
Jogreg es un venezolano con una pluma envidiable y con un cuento interesante bajo la manga. Aunque no soy ajena a los vicios de internet, tengo que admitir que no me sentía nada atraída por el mundo de los blogs… hasta ahora.
En vista de mi ignorancia cibernética, una amiga –que sí es experta en esto de diarios y desahogos via internet- me recomendó varios sitios. Música, cómo vivir en una tierra de misses con unos kilitos de más y artículos de periodistas regionales no pudieron competir con el inesperado cuento de Jogreg, que ya con el título se había ganado mi atención: Al salir del clóset: No ha sido facil.
Así como se iba robando unos minutos de mis horas de trabajo, el cuento de Jogreg también ha hecho lo propio con quien ose toparse con su casi novela. Este venezolano originario de Guatire tomó como hobbie un concurso de blogs de la BBC Mundo, sin darse por enterado de que en sus manos tenía el relato ganador.
Ni la redacción del medio británico, no los competidores y curiosos pudieron despegarse de la historia del joven venezolano que se las ingenió para contar cómo salió del closet ante su familia y amigos.
A sus treinta y tres años de edad consiguió la valentía que le faltaba para reconocer lo que la mayoría de su tiempo trató de esquivar: su orientación sexual. Jogreg no se guardó nada. Es como si hubiera arrancado las páginas de su diario –nada ordinario- para escanearlas con todo y notas al pie de página.
Son cinco entregas que mejor no podían comenzar con A través de ella. Este primer ensayo es sin duda el enganche de Jogreg. Es el que, al terminar de leerlo, te deja ansioso por saber qué pasó. Es una mirada a lo que su madre sospechaba cuando su niño se negaba a jugar con carritos y a salir a fiestas de quinceaños. Se puso en los zapatos de su progenitora para entender el impacto que le causó el hecho de mudarse con su mejor amigo. Es aquí donde conocemos a fondo a Jogreg, desde su infancia, adolescencia y todos aquellos detalles que cualquiera trataría de pasar inadvertidos.
Una ida aventurera a Nueva York es el escenario de la segunda entrega. En qué lío me metí relata un flechazo en pleno viaje de negocios. Aunque a veces volteé la mirada de la pantalla para sentir que me inmiscuía en la intimidad de otra persona, era imposible dejar de leer.
Consíguete una novia es el nombre de la tercera entrega. Mejor título no había para lo que Jogreg escribió sobre la reveladora conversación que tuvo con su mejor amigo y el consejo que este decidió darle al verlo salir del clóset. Cuenta cómo ante la insistencia de su amigo le fue sincero hasta dejarlo atónito.
A medida que las entregas avanzan Jogreg se muestra más experimentado y luchando por aceptar su realidad y defectos. ¿Y si funciona? muestra a un joven que ve cómo crece ante sus ojos la relación más seria que ha tenido. En la quinta y última entrega, Jogreg dejó volar la imaginación de todos sus lectores. Mejor que sepan es un relato que no se sabe si es ficción, una experiencia robada o un flash de lo que él se depara en el futuro. Al mejor estilo de despecho relata cómo un hombre en sus cincuenta debe afrontar la ruptura de una relación que siempre mantuvo en secreto.
Comentarios de todas partes le han llovido a Jogreg por sus palabras. Unos de felicitación por su forma gráfica de escribir, otros de reproche. Lo que hay que reconocerle es la valentía de contar una historia propia con nombre y apellido, donde más de una vez no queda bien parado. Recomiendo leerlo como un ejercicio de paciencia y tolerancia para todos.
15 de diciembre de 2007
13 de diciembre de 2007
La Navidad de Chuíto
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12 de diciembre de 2007
¡Ciberchuíto conectando!
Después de dos años, y gracias al excelente trabajo de diseño de nuestro coordinador Erasmo Ferrante, tenemos al aire la página de nuestra primera comiquita "LA MÁQUINA DE CHUÍTO". En ella podrán conocer de qué trata la comiquita, la sinopsis de los capítulos, la vida de los personajes principales, podrán echarle un vistazo a cómo es el pueblo donde viven y lo más importante: podrán ver el demo, bajar wallpapers, la música original de la comiquita y hasta jugar con Ciberchuíto.
Estamos muy orgullosos de que ahora en la red podamos contar con esta herramienta para que los niños de toda Iberoamérica conozcan a Chuíto y a sus amigos, ¡la primera comiquita educativa hecha 100% en Venezuela!
Espero que les guste.
Estamos muy orgullosos de que ahora en la red podamos contar con esta herramienta para que los niños de toda Iberoamérica conozcan a Chuíto y a sus amigos, ¡la primera comiquita educativa hecha 100% en Venezuela!
Espero que les guste.
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7 de diciembre de 2007
Prueba de amor
- Juancho, ¿estás seguro?
- Segurísimo.
- Mira que después no te puedes arrepentir.
- No me voy a arrepentir, esa es la mujer de mi vida y eso no va a cambiar.
- Es verdad, Mariana es un mujerón, pero esto…
- Esto es un compromiso, Ernesto, es una forma de mostrarle mi intención de estar con ella para siempre. ¿Me vas a acompañar o no?
- Compadre, usted sabe que yo lo acompaño hasta donde tenga que acompañarlo porque para eso son los amigos. Yo solamente quería que lo pensaras mejor…
- ¿Pensarlo mejor? Coño, Ernesto, en serio… ¿alguna vez me habías visto tan feliz en la vida?
Ernesto se dio un momento para pensar. Conocía a Juancho desde hacía mucho rato, unos 15 años, cuando eran unos muchachos patineteros que les gustaba escuchar música en la calle y fumarse un porrito escondidos en el parquecito que quedaba en la esquina de la urbanización. Se conocieron todas las novias, se apoyaron en cada ruptura, se burlaron de cada cacho recibido y se alcahuetearon cada canita al aire que fuera posible echar. Sus cumpleaños eran una rumba donde el otro no podía faltar. En las buenas y en las malas, Ernesto y Juancho habían contado siempre el uno con el otro. Y ciertamente, desde que está con Mariana, Juan Carlos es un tipo feliz. Le cambió la cara, aumentó unos kilos, vivía pendiente de verse bien y de sentirse bien, todo para complacer a Mariana.
Y Mariana… ella no se quedaba atrás. Cuando Juancho decía que Mariana era un mujerón, no le faltaba razón. Y no era un asunto solo de físico –vamos, que aunque todos sabemos que la belleza es un asunto subjetivo, en este caso cualquier mortal habría dicho que Mariana está buenísima-. Mariana es lo que llaman “una mujer para casarse”: profesional, inteligente, trabajadora, responsable, simpática, alegre, ordenada…
- Es que Mariana es…
- ¡Un mujerón, compadre, un mujerón! Y nadie puede negar que me saqué la lotería el día que esa mujer decidió mirar para acá, donde estaba este pobre mortal que optaba por el amor de una musa, de una diosa del Olimpo.
- Sí, compadre, te entiendo… Ese debe ser uno de los misterios de la humanidad: ¿Qué fue lo que te vio?
- No lo sé, y tampoco se lo voy a preguntar.
No había manera de convencerlo de lo contrario, no había argumento posible. Ernesto no tenía cómo evitar lo inevitable. Ya estaban en el centro comercial y Juancho caminaba raudo y veloz a su destino.
- Llegamos.
- Sí, llegamos.
En la puerta del local se leía escrito en letras góticas la frase “Dermis Tattoo”. La vitrina estaba repleta de piezas de piercings para ser colocadas en los lugares más inverosímiles del cuerpo humano. Dentro del local, enormes catálogos mostraban diseños de estilos muy diversos de tatuajes para quienes desean dejar en su piel una marca indeleble que por lo general representa una etapa especial de su vida, un amor, un deseo, una esperanza.
Los recibió un hombre robusto, no muy alto, ojos rasgados y pequeños, con el cabello peinado con una cresta naranja en la parte superior y afeitado al rape a los lados. Aunque la mejor manera de describirlo no es sino a través de sus señas particulares: tenía tatuajes visibles en los brazos, en el cuello, en el cuero cabelludo, en las manos, y tantas perforaciones en las cejas, la nariz, los labios, las mejillas, las orejas, que eran imposibles de contar. Y eso era solo en los lugares que quedaban desnudos, a la vista.
- ¿En qué los puedo ayudar?
- Aquí el pana quiere hacerse un tatuaje –dijo Ernesto, aun sorprendido con el aspecto del artista.
- ¿Ya sabes qué te quieres hacer y en dónde?
Juancho había seleccionado un corazón rojo bastante realista, en el que se notaban las venas coronarias. Detrás del corazón salían unas alas angelicales abiertas de par en par, y atravesando el corazón, una banda de tela en el que escribirían con letras góticas negras el nombre del amor de su vida: Mariana. El tatuaje estaría ubicado en el brazo derecho de Juancho, a nivel del hombro, y sería de un tamaño bastante considerable: ocuparía casi todo el ancho del brazo.
Juancho se miraba en un espejo el boceto del tatuaje, la horma que serviría para realizar la obra de arte. Mientras más lo veía, más le gustaba la idea.
- ¿Cuánto tiempo se tarda esto?
- Unas tres horas, pana. Tiene varios colores, es algo grande…
- ¿Y a ti que te parece, Ernesto?
- ¿La verdad? Arrechísimo.
- ¿Qué crees que va a decir Mariana?
- Le va a encantar…
- Bueno, vamos a darle entonces.
El artista empezó a preparar el material completamente esterilizado para hacer el tatuaje. Poco después, empezó a sonar la máquina que indicaba que la pequeña aguja teñida de negro comenzaba a darle forma al diseño aplicado sobre la piel de Juancho, que se mantenía incólume ante los pinchazos. Ernesto estaba seguro de que Juancho se estaba aguantando: siempre fue un miedoso para el dolor. Pero en esta oportunidad, tenía que hacerse el valiente, porque el esfuerzo valía la pena.
Un par de horas después, aburrido de verle la cara impávida a Juancho, Ernesto decidió salir a fumarse un cigarro y a comprarse un café. Todavía faltaba escribir el nombre de la susodicha, y eso se llevaría una hora más. Salió del local y encontró una pequeña cafetería, con mesas y sillas disponibles en un lugar fresco y aireado, donde podía sentarse a esperar que Juancho saliera del martirio. Se sentó y pidió un capuccino con crema y bastante azucar. Prendió el cigarro y se dedicó a ver a quienes caminaban por el centro comercial.
Fue entonces cuando la vio. Mariana caminaba con su actitud de siempre, espléndida, voluptuosa, alegre. Ernesto pensó en levantarse a saludarla, pero teniendo cuidado de arruinar la sorpresa que Juancho le estaba preparando. Mientras pensaba en esto, un hombre se acercó a Mariana con lo que le pareció primero un exceso de confianza. La tomó de la cintura. Se reían juntos. Le estampó un beso en la boca.
El tatuaje de Juancho quedó realmente muy bueno. Era una verdadera obra de arte, de la cual su mamá se sintió siempre muy orgullosa. El amor de su hijo era infinito, y lo llevaría teñido para siempre en su piel.
- Segurísimo.
- Mira que después no te puedes arrepentir.
- No me voy a arrepentir, esa es la mujer de mi vida y eso no va a cambiar.
- Es verdad, Mariana es un mujerón, pero esto…
- Esto es un compromiso, Ernesto, es una forma de mostrarle mi intención de estar con ella para siempre. ¿Me vas a acompañar o no?
- Compadre, usted sabe que yo lo acompaño hasta donde tenga que acompañarlo porque para eso son los amigos. Yo solamente quería que lo pensaras mejor…
- ¿Pensarlo mejor? Coño, Ernesto, en serio… ¿alguna vez me habías visto tan feliz en la vida?
Ernesto se dio un momento para pensar. Conocía a Juancho desde hacía mucho rato, unos 15 años, cuando eran unos muchachos patineteros que les gustaba escuchar música en la calle y fumarse un porrito escondidos en el parquecito que quedaba en la esquina de la urbanización. Se conocieron todas las novias, se apoyaron en cada ruptura, se burlaron de cada cacho recibido y se alcahuetearon cada canita al aire que fuera posible echar. Sus cumpleaños eran una rumba donde el otro no podía faltar. En las buenas y en las malas, Ernesto y Juancho habían contado siempre el uno con el otro. Y ciertamente, desde que está con Mariana, Juan Carlos es un tipo feliz. Le cambió la cara, aumentó unos kilos, vivía pendiente de verse bien y de sentirse bien, todo para complacer a Mariana.
Y Mariana… ella no se quedaba atrás. Cuando Juancho decía que Mariana era un mujerón, no le faltaba razón. Y no era un asunto solo de físico –vamos, que aunque todos sabemos que la belleza es un asunto subjetivo, en este caso cualquier mortal habría dicho que Mariana está buenísima-. Mariana es lo que llaman “una mujer para casarse”: profesional, inteligente, trabajadora, responsable, simpática, alegre, ordenada…
- Es que Mariana es…
- ¡Un mujerón, compadre, un mujerón! Y nadie puede negar que me saqué la lotería el día que esa mujer decidió mirar para acá, donde estaba este pobre mortal que optaba por el amor de una musa, de una diosa del Olimpo.
- Sí, compadre, te entiendo… Ese debe ser uno de los misterios de la humanidad: ¿Qué fue lo que te vio?
- No lo sé, y tampoco se lo voy a preguntar.
No había manera de convencerlo de lo contrario, no había argumento posible. Ernesto no tenía cómo evitar lo inevitable. Ya estaban en el centro comercial y Juancho caminaba raudo y veloz a su destino.
- Llegamos.
- Sí, llegamos.
En la puerta del local se leía escrito en letras góticas la frase “Dermis Tattoo”. La vitrina estaba repleta de piezas de piercings para ser colocadas en los lugares más inverosímiles del cuerpo humano. Dentro del local, enormes catálogos mostraban diseños de estilos muy diversos de tatuajes para quienes desean dejar en su piel una marca indeleble que por lo general representa una etapa especial de su vida, un amor, un deseo, una esperanza.
Los recibió un hombre robusto, no muy alto, ojos rasgados y pequeños, con el cabello peinado con una cresta naranja en la parte superior y afeitado al rape a los lados. Aunque la mejor manera de describirlo no es sino a través de sus señas particulares: tenía tatuajes visibles en los brazos, en el cuello, en el cuero cabelludo, en las manos, y tantas perforaciones en las cejas, la nariz, los labios, las mejillas, las orejas, que eran imposibles de contar. Y eso era solo en los lugares que quedaban desnudos, a la vista.
- ¿En qué los puedo ayudar?
- Aquí el pana quiere hacerse un tatuaje –dijo Ernesto, aun sorprendido con el aspecto del artista.
- ¿Ya sabes qué te quieres hacer y en dónde?
Juancho había seleccionado un corazón rojo bastante realista, en el que se notaban las venas coronarias. Detrás del corazón salían unas alas angelicales abiertas de par en par, y atravesando el corazón, una banda de tela en el que escribirían con letras góticas negras el nombre del amor de su vida: Mariana. El tatuaje estaría ubicado en el brazo derecho de Juancho, a nivel del hombro, y sería de un tamaño bastante considerable: ocuparía casi todo el ancho del brazo.
Juancho se miraba en un espejo el boceto del tatuaje, la horma que serviría para realizar la obra de arte. Mientras más lo veía, más le gustaba la idea.
- ¿Cuánto tiempo se tarda esto?
- Unas tres horas, pana. Tiene varios colores, es algo grande…
- ¿Y a ti que te parece, Ernesto?
- ¿La verdad? Arrechísimo.
- ¿Qué crees que va a decir Mariana?
- Le va a encantar…
- Bueno, vamos a darle entonces.
El artista empezó a preparar el material completamente esterilizado para hacer el tatuaje. Poco después, empezó a sonar la máquina que indicaba que la pequeña aguja teñida de negro comenzaba a darle forma al diseño aplicado sobre la piel de Juancho, que se mantenía incólume ante los pinchazos. Ernesto estaba seguro de que Juancho se estaba aguantando: siempre fue un miedoso para el dolor. Pero en esta oportunidad, tenía que hacerse el valiente, porque el esfuerzo valía la pena.
Un par de horas después, aburrido de verle la cara impávida a Juancho, Ernesto decidió salir a fumarse un cigarro y a comprarse un café. Todavía faltaba escribir el nombre de la susodicha, y eso se llevaría una hora más. Salió del local y encontró una pequeña cafetería, con mesas y sillas disponibles en un lugar fresco y aireado, donde podía sentarse a esperar que Juancho saliera del martirio. Se sentó y pidió un capuccino con crema y bastante azucar. Prendió el cigarro y se dedicó a ver a quienes caminaban por el centro comercial.
Fue entonces cuando la vio. Mariana caminaba con su actitud de siempre, espléndida, voluptuosa, alegre. Ernesto pensó en levantarse a saludarla, pero teniendo cuidado de arruinar la sorpresa que Juancho le estaba preparando. Mientras pensaba en esto, un hombre se acercó a Mariana con lo que le pareció primero un exceso de confianza. La tomó de la cintura. Se reían juntos. Le estampó un beso en la boca.
El tatuaje de Juancho quedó realmente muy bueno. Era una verdadera obra de arte, de la cual su mamá se sintió siempre muy orgullosa. El amor de su hijo era infinito, y lo llevaría teñido para siempre en su piel.
3 de diciembre de 2007
Esperanzas renovadas
Anoche me fui a la cama sin saber. Sin querer saber. Las frustraciones, las tristezas en noches similares a esta habían sido muchas y no sabía como tomaría una nueva derrota.
Así me sentía. El ruido de los cohetes me despertó de un sueño irregular y nervioso. Tenía el control remoto del televisor a la mano, no me costaba nada encenderlo para enterarme. Pero no me atreví, me giré y le di la espalda a la posibilidad de terminar de amargarme la noche. Me puse una almohada sobre la cabeza para mitigar el ruido, nada me daba señales de que la celebración también era mía.
Dormí, y dormí mal. Soñé cosas rarísimas, cosas que no recuerdo y que me mantuvieron ansioso durante toda la noche. Cansado, abrí los ojos y vi la hora: 6:15 am. "Ahora sí, a enfrentar la dura realidad. Vamos a ver qué tan socialista es este país". Tomé el control remoto y prendí el televisor.
"VENEZUELA DIJO NO" era el titular que ocupaba a full pantalla la transmisión. Se me quitó el sueño. Pensé que era mentira, que la mente me estaba jugando una mala pasada. Pero otra parte de mi se empezó a llenar de esperanzas, así como mis ojos se llenaron de lágrimas.
El presidente Chávez tiene fecha de salida, y esa es la mejor noticia que he recibido en mucho tiempo.
No todo está perdido. Hoy Venezuela me dio razones para creer en ella nuevamente. Gracias, muchas gracias.
__________________________
El dibujo es de Nacho Casanova y se llama "Votación".
Así me sentía. El ruido de los cohetes me despertó de un sueño irregular y nervioso. Tenía el control remoto del televisor a la mano, no me costaba nada encenderlo para enterarme. Pero no me atreví, me giré y le di la espalda a la posibilidad de terminar de amargarme la noche. Me puse una almohada sobre la cabeza para mitigar el ruido, nada me daba señales de que la celebración también era mía.
Dormí, y dormí mal. Soñé cosas rarísimas, cosas que no recuerdo y que me mantuvieron ansioso durante toda la noche. Cansado, abrí los ojos y vi la hora: 6:15 am. "Ahora sí, a enfrentar la dura realidad. Vamos a ver qué tan socialista es este país". Tomé el control remoto y prendí el televisor.
"VENEZUELA DIJO NO" era el titular que ocupaba a full pantalla la transmisión. Se me quitó el sueño. Pensé que era mentira, que la mente me estaba jugando una mala pasada. Pero otra parte de mi se empezó a llenar de esperanzas, así como mis ojos se llenaron de lágrimas.
El presidente Chávez tiene fecha de salida, y esa es la mejor noticia que he recibido en mucho tiempo.
No todo está perdido. Hoy Venezuela me dio razones para creer en ella nuevamente. Gracias, muchas gracias.
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El dibujo es de Nacho Casanova y se llama "Votación".
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