26 de febrero de 2006

Víctimas

En estos días, regresando del estudio de audio donde estamos montando la banda sonora de "La Máquina de Chuíto", decidí que tomaría el metro. Desde Chacao, iría hasta La Bandera, para caminar un rato hasta la casa, aprovechando que la noche estaba fresca y no había ningún apuro por llegar. (Y para serles honestos, pues también me serviría para pensar en algunas cosas que han ido ocurriendo últimamente, pero que no son motivo de esta reflexión).
Bueno, el asunto es que era viernes, en hora pico y estación pico, tuve que hacer una larga cola para comprar el ticket en la máquina expendedora (de 8, sólo 2 funcionaban... qué tiempos aquellos). Poco tiempo después llegué al andén, esperé al tren que llegó particularmente rápido y no tenía tanta gente.
Abren las puertas y me monto. Incluso, suerte la mía, consigo asiento. En ese momento veo la publicidad interna del metro, que en este caso, la ocupaba un aviso del Ministerio del Interior y Justicia. El anuncio decía, poco más, poco menos, lo siguiente:
"La seguridad es un asunto de todos.
1. No acepte ayuda de extraños en los cajeros electrónicos.
2. No use joyas de valor.
3. Evite lugares concurridos.
4. Sostenga fuertemente su cartera y otras pertenencias.
5. En su automóvil, conduzca con los vidrios cerrados"...
Quizás se me escapan un par de recomendaciones, pero el asunto es que de eso se trataba. Daban además un número de teléfono (0800 CONTIGO) que tampoco quedaba demasiado claro para qué sirve. Y de fondo, policías, guardias nacionales, autos blindados, y muchos otros elementos relacionados con la seguridad.
Lo primero que comprendí con el aviso es que, en efecto, el Ministerio acepta abiertamente que la delincuencia puede estar en cualquier parte (¿lugares concurridos?). Pero luego, una sensación muy incómoda me embargó por completo: aparentemente, según este aviso, una forma de combatir el hampa es comportándonos como posibles víctimas futuras de un delito. Se trata de la psicosis colectiva e institucionalizada de que en cualquier momento podemos pasar por el trauma de un delito contra nosotros y nuestras pertenencias.
Las estadíticas llegan a decir que prácticamente todos los venezolanos hemos sido víctimas de la delincuencia, o estamos relacionados directamente con alguien que sufrió de sus consecuencias. Es decir, a todos nos han robado, herido, o en el peor de los casos, asesinado a alguien cercano.
Y entonces, sale un anuncio que te pide que te comportes como que si el resto del mundo es un peligro para ti y tu familia, lo cual te genera muy poca confianza sobre las posibles medidas que por otro lado se puedan estar tomando para combatir y refrenar los actos delictivos.
Entonces, no es para menos que haya gente que decide, ante esta situación, irse a otra parte, a ver si al menos su vida no corre peligro. En efecto es una psicosis colectiva... pero justificada incluso con este tipo de mensajes que antes de tranquilizar, espantan.
Como diría el chupamandarinas, así son las cosas...
Besos y abrazos a quien corresponda.

4 comentarios:

Carmelo Lattassa dijo...

Hola amigo, te he dejado un post en mi blog, me gusta lo que dices...

Carmelo Lattassa dijo...

Okey, ahora si dejé post...

Cafecontorta dijo...

Los abogados viejos decían: "A confesión de parte, relevo de pruebas". Los organismos de seguridad aceptan que el problema se les fue de las manos... y se las lavan; porque ahora ponen la responsabilidad de esa seguridad sobre los hombros del ciudadano común, algo así como "si te atracan es culpa tuya, por conejo". Con o sin advertencias, la inseguridad se ha instaurado en nosotros, y sus efectos son evidentes en la imagen urbana (ya no hay patios sino fortificaciones inexpugnables; ya no plazas sino malls), en la idiosincrasia de la gente, cada vez más hosca; y en muchos otros elementos. ¿Que podemos hacer? ¿Ir armados hasta los dientes, escondernos en nuestras casas o confiar y esperar a que nos embromen?

Silmariat, "El Antiguo Hechicero" dijo...

Venezuela, en dónde se quedó el país que soñé?
En qué momento me lo cambiaron? Esa es la terrible sensación que experimento cada vez que vuelvo a caminar por sus calles.

Todo lo mejor para Usted.