6 de septiembre de 2006

Irreconciliables

Un buen día, Micaela decidió que cambiaría su vida.

Micaela siempre fue una niña bien. Sus padres eran profesionales trabajadores, que sabían invertir su dinero y ahorrar, por lo que a ella nunca le faltó nada. Vivió en una apartamento cómodo, sin ser ostentoso. Estudió en un colegio privado, hizo deportes, teatro. Sus padres le enseñaron desde muy pequeña el valor de la modestia y de evitar los excesos: Se vestía bien, pero no necesariamente con ropa de marca o costosa. Sus juguetes eran como los de cualquier niña, nunca tuvo los mejores juguetes ni los que estaban de moda.
Así que Micaela creció tratando de darle el justo lugar a cada cosa, sin ser presumida, antipática o fastidiosa solo porque sus padres tenían el dinero necesario para considerarse una pequeña princesa.
Justo por eso, ya terminando la universidad, mientras estudiaba arquitectura -la profesión de su papá-, conoció a Jesús, un chico un poco desarreglado, distraído, que estudiaba Letras también en la universidad. Jesús tenía su encanto, basado en una verborrea fantástica, hablando de escritores, poetas, artistas. Su sensibilidad siempre estaba a flor de piel.
Jesús vio a su pequeña princesa y se enamoró. Micaela no estaba demasiado convencida, pero poco a poco se fue dejando seducir con las palabras de Jesús, quien la consentía como mejor podía: llenando su corazón con las notas dulces de su verbo. Y ella, como abeja a la miel, fue enamorándose poquito a poco.
Ya cerca de la graduación de ella, fue él quien se atrevió a dar el paso, y le propuso matrimonio. Para Micaela, la corta edad (ambos no llegaban a los 25 años) y las diferencias sociales (Jesús no tuvo la suerte de vivir como ella vivió) no eran obstáculo para el amor, por lo que aceptó de inmediato.
Muy poco tiempo después, en casa de Micaela, se escuchaba un grito ahogado. Ellos no estaban de acuerdo con lo que haría su hija, casándose con este muchacho bohemio, pobre y con poco futuro. Pero ella insistió. Fue la primera vez que tuvo una discusión así con sus padres.
Se fugaron.

Tres años después, Micaela estaba segura de que todo había terminado. La verborrea de Jesús ya no era la misma. Él ya no era el mismo, y ella tampoco. Y el amor se había desvanecido de la misma forma como había llegado: poquito a poco.
Un buen día, Micaela decidió que cambiaría su vida. "Diferencias irreconciliables", lo llaman.

6 comentarios:

Unknown dijo...

buehhh así es la vida, depués del encantamiento viene la cruel realidad.
Me gustó tu narración
saludos

gustavo dijo...

Suele pasar cuando pretendemos vivir con el encanto inicial y nos olvidamos de renovar todos los días y tener nuevos motivos para que aquello cautivante del primer instante sea alimentado diariamente

Câline dijo...

Por eso es que es mejor "arrejuntarse" y convivir un poco primero... a ver si la princesa no pierde su corona al vomitar y si el bohemio se preocupa por cambiar los bombillos.
¿Será?

Busaquita dijo...

Al menos se tripeó sus tres años. El amor y todo entre ellos era de verdad, pero nada es eterno y las cosas cambian. A veces crecen, a veces se desgastan.

rafico dijo...

Creo que es cosificar el amor.

El amor es sencillo.

O será que Micaela confundio la adrenalina de un momento extremo con el amor?

Depronto.

Pobre Jesús de segura ella le creo un gran frustración.

Un saludo amigo.

Jogreg dijo...

Loco: que bueno que te haya gustado. A veces el encanto no dura tanto como uno quisiera.

Gustavo: Completamente de acuerdo contigo, hay que saber renovar el amor, y eso solo se logra cuando somos conscientes de lo que la relación significa para nosotros.

Caline: Yo creo que las fórmulas están para intentarse, pero no creo que haya una que garantice nada. Al final, este tema de las relaciones, el amor, el compromiso, el matrimonio, terminan siendo convenciones que debemos ajustar a nuestra felicidad, que es lo único que importa.

Busaquita: Seguramente los disfrutó, y es cierto que las cosas cambian, pero lo ideal, creo yo, es que seamos capaces de decidir hacia donde queremos que las cosas tomen rumbo y no dejarlo al azar.

Rafico: Estoy de acuerdo con que el amor no es una cosa, pero creo que es un sentimiento que debemos aprender a "gerenciar" en el mejor sentido de la palabra: entenderlo, manejarlo, alimentarlo y hacerlo crecer. Si no, terminamos malgastándolo y, como todo lo que se malgasta, se acaba.

Gracias a todos por pasar y por sus comentarios. Besos y abrazos a quienes corresponda.