- ¿De quién es esa maleta?
La cinta de maletas del aeropuerto estaba vacía. La maleta estaba en el piso, esperando. No estaba en la cinta, girando, sino en el piso. Alguien del grupo debía haberla bajado de la cinta, y ahora no aparecía el dueño.
- ¿Alguien sabe de quién es esta maleta?
Todos se miraban consternados. La maleta era particularmente llamativa: rosada, llena de etiquetas de lugares distintos, que hacían presumir que su dueño la había llevado consigo a muchos lugares.
- ¿Alguien vio a la persona que traía esta maleta?
Nadie contestaba. Este era un vuelo charter, alquilado especialmente para este grupo de parejas que decidió visitar una hermosa isla del Caribe. Lo extraño era que la maleta no perteneciera a ninguno de ellos.
- ¿Qué hacemos con la maleta?
- ¿La abrimos? Capaz y adentro hay algo que identifique al dueño...
- No me parece, está muy bien cerrada. Fíjate, candado y combinación. Tendríamos prácticamente que romperla.
- ¿Y a quien se la dejamos entonces?
- Ya va... primero vamos a confirmar algo: ¿Estamos todos los que somos?
- A ver... 1, 2, 3... 12, 13... 17 y 18. Sí, están todos.
- ¿Y la maleta no es de ninguno de ustedes?
De nuevo silencio. La maleta no tenía dueño.
- ¿Cuáles son las opciones?
- Llevarla con nosotros o dejarla acá en el aeropuerto.
- ¡O abrirla!
- ¿Usted querría que le abrieran su maleta si se le pierde?
- Si eso significa que me la hagan llegar de nuevo porque logran identificarla, sí...
- No tiene nombre ni dirección por fuera... Nada asegura que esté identificada por dentro.
- No, pero vale la pena intentar.
- Dejémosla en el aeropuerto. Alguien se hará cargo.
Algunos empezaron a mirar a los lados, pero a esa hora de la noche el aeropuerto tenía pocas personas.
- Alguien debe estar a cargo.
- Sí, liberémonos de esa carga y vámonos al hotel.
Intentaron cargar la maleta, pero no se movió de su sitio.
- ¡Está muy pesada!
- ¿Pero a quien se le ocurre traer una maleta tan pesada?
- Es como si estuviera pegada al suelo.
- Yo digo que la dejemos. Alguien sabrá qué hacer con ella.
- Es cierto, aunque me mata la curiosidad.
- ¿De qué?
- De saber qué tiene dentro.
- Ya dijimos que no la abriríamos...
- Lo dijeron ustedes, yo con todo gusto trataría de abrirla a ver qué contiene.
Algunos la vieron con cara de reproche, pero otros pensaban igual.
- Miren que la curiosidad mató al gato.
- Vamos, ¿qué es lo peor que puede pasar?
- Es una maleta, en una isla apartada del Caribe...
- Nada puede pasar.
- Yo no estoy de acuerdo con abrirla.
- Bueno, entonces por qué no te vas y dejas que nosotros hagamos lo que queremos... Cada quien es libre de sus actos.
- Sí, pero es una violación a la intimidad.
- Es muy simple, a esa persona se le perdió su maleta y no hay forma de devolvérsela.
- Así que mejor abramos la maleta.
- No.
- No va a pasar nada.
- No quiero ser cómplice de esto.
- ¡Es una puta maleta! ¿De qué complicidad estás hablando?
- ¡Capaz y le estamos haciendo un favor al dueño!
- Entonces hagan lo que les venga en gana, yo me voy.
- No, yo no voy a permitir que abran la maleta.
- Vamos a llevarla con nosotros y luego decidimos, cuando estemos más calmados.
- ¿Quién está a favor de llevarnos la maleta?
Las manos no se levantaron.
- ¿Y quién la cargaría? ¿No vieron lo pesada que está?
- Está bien. ¿Quién piensa que debemos dejar la maleta?
Solo tres levantaron la mano.
- ¿Quién cree que hay que abrirla?
Esta vez se levantaron 5 manos.
- ¡Somos mayoría! ¡Abramos la maleta!
- No señor, un momento. 5 de 18 no hacen mayoría.
- Pues no me importa lo que piensen los demás. Voy a abrir la maleta.
- ¡Espera! ¡No es justo!
- ¿Justo con quien? Señores, estamos hablando de una maleta...
- Pero no es tu maleta.
- A estas alturas y en estas condiciones, con esta maleta hago lo que me dé la gana.
- Déjalo... total, ya ni me importa lo que hay en la maleta.
- ¿Estás viendo? ¿Ves que ya no importa?
- Bueno, si a nadie le importa, pues abramos la maleta.
La reportera de televisión estaba en el lugar de los acontecimientos:
- Aún no quedan claras las circunstancias en las que 18 turistas han fallecido en el aeropuerto de la ciudad. Han acordonado la zona y todavía no hay suficiente información al respecto. El único testigo, un obrero del aeropuerto, dijo haber encontrado los cadáveres alrededor de una cinta que transporta las maletas. Ya la zona ha sido revisada por los forenses. Ahora mismo, los cuerpos y sus pertenencias están siendo llevados a los laboratorios, para su análisis.
En una avioneta que se dirige a algún lugar del Pacífico, una maleta rosada seguía su camino a otro aeropuerto, con una nueva calcomanía en su haber.
8 comentarios:
no quiero abrir la maleta....
Bueno, trabajando en un aeropuerto he visto cada historia.
Y he visto cada maleta!!!
Todo lo mejor para ti.
Bueno amigo, estando como está la sociedad, las maletas pueden ser armas de destrucción masiva y tu escrito lo recuerda.
Felicidades por el valor que tuviste con los piercings...que no te duelan, al inicio serán algo molestos.
Jogreg!!!!!
Este cuento está buenísimo!!
Lo leí de un solo golpe y me encantó.
Nada mejor que una maleta rosa con tanta personalidad como esta.
Es tentadora y manipuladora... Una Matahari con cierre y tela.
Aplauso de pie!
simplemente arrechisimo
Richard: yo tampoco...
Silma: Es que uno ha visto cada cosa...
Goathemala: La verdad es que no recordé el tema del terrorismo con la maleta sino hasta después. Por ahora, con los piercings vamos bien...
Câline: ¡Qué bueno que te gustó! Yo me la imaginé como una devoradora de almas...
Gustavo: Me alegra que te haya gustado...
De nuevo gracias a todos por seguir circulando, siempre es muy reconfortante encontrarse con sus miradas.
Un abrazo.
que buena historia
demoniossss terrorismo rosado!
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