40 porque son 40 los años que ya tengo dando vueltas en este planeta...
- A mi abuela Josefina y a mi abuelo Avelino. Imposible que no encabecen esta lista de recuerdos. Los sigo teniendo a mi lado cada día que pasa. Las anécdotas sobre mi abuelo, que nunca pude escuchar de su propia boca. Los solitarios, los crucigramas, el olor a Jean Naté y talco de mi abuela. Su comida siempre consentidora. Todavía la extraño un montón.
- A mi mamá. Es mi Dalai Lama. Mi ídolo. Además de amarla, siempre la he admirado. Pero últimamente, todavía más. Es la demostración de dos cosas: que el amor de una madre es infinito (mi abuela decía que un hijo es una condena a cadena perpetua a trabajo forzado, y mi abuela siempre tuvo razón), y por otro lado, que más sabe el diablo por viejo que por diablo.
- Azabache. Una negra maravillosa que me quiso, me cuidó y consintió como una abuela más.
- Los documentales de animalitos que pasaban en el canal 5. Mi papá no se pelaba ni uno.
- La wagoneer marrón. Cuánto viajamos en ella. Aprendí a manejar formalmente al frente de su volante. También estuvo la ranchera Ford Futura, pero yo era muy pequeño...
- El parque de kinder del San Agustín de El Paraíso. Con su bohío para tumbar piñatas. Ahí fue mi primera pelea. Por cierto, perdí.
- El coro del colegio. Cantar el himno todos los días, a las 7:45 de la mañana, en la misa de la semana y en las primeras comuniones de siete generaciones de muchachos...
- Las fotos super pavosas de "Mamá me gané la copa" que hacía Felipe. También las del salón completo: ya no recuerdo a la mitad de los que aparecen ahí.
- Acompañar a Iriana al concierto de Menudo en Mata de Coco...
- Jugar al escondite en el edificio. Esconderme en la casa. A veces no servía porque terminabas quedándote en casa, bañándote y cenando, en vez de seguir jugando. También jugar al carnaval lanzando bombas de agua desde la ventana del apartamento.
- A Víctor saliendo en toallas hasta la entrada del edificio luego de un temblor en Caracas que nos hizo correr a todos. El pobre se estaba bañando...
- La patineta que encontré escondida en el maletero. La saqué de su madriguera y en 10 minutos ya tenía el brazo fracturado.
- A Idelfonso. Mi mejor amigo del colegio, y a toda su familia, que la quiero como si formara parte de ella. Y a Francisco, que no tengo idea de donde estará metido. Y a Rolando, capaz de dibujar cuadernos enteros con todas las poses posibles de Mazinger Z.
- A mis otros hermanos: John y Jackson, y jugar Atari en su casa. Y a mi mamá Silvia y a mi papá Juan, con la colección más increíble de objetos antiguos y llaveros guindados en el cuarto de la televisión. Tuve suerte de tener tanta gente querida a mi alrededor. Y a Roderick, a Sergio, a Dilcia y a Keyla, a Dalia, vecinos y compañeros de aventuras.
- A la gorda Gladys, una mujer excepcional y cariñosa como ella sola. Era la conserje del edificio y siempre fue la cómplice de la parranda de muchachos que pululábamos en el edificio.
- Güiria. Güiria tiene nombre de mujer y se llama Nuncia. Güiria es el tarcarí, el aguacate, la empanada de queso, Caurantica, la plaza Bolívar, la lluvia, el tanque...
- A mi Brigadier Mayor. Alguna vez me recomendó que me quedara en el Liceo Militar. Salir de allí fue una de las mejores decisiones de mi vida. Me enseñaron a detestar los granos y los atoles. Aún no lo supero.
- Los cines del CCCT y del Uslar. En los primeros recuerdo haber ido solo a ver "La Lista de Schindler". Tuve que salirme de la sala un par de veces porque el llanto no me dejaba ver la película y molestaba al resto de la gente. En el segundo, fui a ver Karate Kid, mi primera película "sin adultos".
- Salir con Irianita a comprar pan a la panadería "Washington". Que no es mi sobrina, es mi hija, así de simple. Además, me ayudaba a evitar la recluta.
- A Pepe, Helder, Heidi, Mayra, Fabio, Jorge, Alexander. Fueron dos años increíbles en el San Agustín del Marqués.
- Al loro. Aquel que no se quedaría quieto hasta que me comiera toda la sopa: "Traga, Jogreg"...
- Y ya que hablamos de animales: A Tungo y a Kika, los extraño un montón.
- A Yolimar, la chica 10, una mujer increíble a la que adoro. Es una mujer con todas las letras. La conocí en Mérida, un lugar que también sigue dentro de mis quereres.
- El concierto de Juan Luis Guerra "Visa para un sueño" en el Poliedro de Caracas. Bailé como nunca.
- A Álvaro, mi compadre y mi hermano. Y a Ronald, a Taty, a Mariela, a Valdimiro, Gustavo, Patricia, María Paula, Julita, José Hitler y toda la patota que vivimos esa grandiosa odisea que significó Italia, Viterbo, Milán... y aquel viaje desde Bari hasta Zurich, donde acampamos en la parte de atrás de un bar de patoteros.
- A Carlos, María Luisa, José Antonio, Verónica, Victor Hugo y un montón de gente que hizo de la UCAB una época dorada.
- Y de la UCAB también, a Patricia Guzmán, a Virgina Aponte, a Francesco Pellegrino, a Rodríguez Gantaume, a Martínez de la Rueda, a Max Römer, a José Rafael Briceño, Rosemary Bahamonde, a Laura Valdivieso. Gente que se toma su rol de profesor muy en serio. Ellos, de un modo o de otro, me hicieron el profesional que soy.
- A Paola. Mi (más que) amiga querida y su hermosa capacidad para alegrarme la vida con sus historias o sus regaños. Eres la mejor cocinera del mundo mundial.
- La barquilla de mantecado con capa de chocolate del Crema Paraíso frente a la Iglesia La Coromoto.
- Los paseos en bicicleta por toda Caracas, hasta el día que llegamos a Macaracuay desde El Paraíso.
- El concierto de los 20 años de Serenata Guayanesa en el Teresa Carreño (Octubre 1991).
- Mi primer trabajo en "La Gazzeta della Sera", periódico italiano de Caracas. Aprendí a diagramar un periódico yo solo. Usábamos alguna versión de Publisher y me sentía como Steve Jobs.
- A "Un sueño para Venezuela". Todavía seguimos soñando.
- A Unión Radio, que me enseñó a amar la radio. Y a María Cristina Iglesias que me enseñó como honrarla haciéndola lo mejor posible.
- Las panquecadas, los cumpleaños con karaoke, las navidades y todas las oportunidades que tuvimos para celebrar en la quinta Josefina. Nuestro hogar por muchos más años de los que imaginé. Compartimos con tantos y tan buenos amigos que la lista se haría infinita.
- Todo lo que aprendí de los chamos con los que tuve el honor de compartir un salón de clases y lo agradecido que estoy con ellos y con la UCAB por haberme dado esa oportunidad.
- A Maru y su optimismo contagioso, mi comadre y amiga, a la que adoro. Y a Carlos, de quien he aprendido tanto.
- El libro de aprender a escribir que le regalé a Santi el día que nació. Apenas pudo, lo llenó y coloreó completo con sus creyones de cera. Todavía lo guardo como un tesoro.
- A Naky, Amelvi, Efrén, Germán, JuanFra. Ucabistas Juventud. Ustedes saben cuánto los extraño.
- A Richard. A todo él. En la salud y en la enfermedad. En las duras y en las maduras. Es una bendición tenerlo en mi vida.
Son 40 años. La mitad de la vida, dicen algunos. Ojalá sean tan intensos como estos primeros cuarenta... ¡Ahora es que falta!